Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales

Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco

ISSN 2347-081X

http://www.revistas.unp.edu.ar/index.php/textosycontextos

2023. Núm. 11. 15-30

¿Pueden hablar los sujetos subalternos del sistema penal?

La “cool-tura” como espacio de disputa y resistencia para los jóvenes de barrios populares

Can subaltern subjects of the penal system speak? The “cool-ture” as a space for dispute and resistance for young people from popular neighborhoods

Nicanor Barrios

nikabarrios92@gmail.com

Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas, CENPAT-CONICET

Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco

Fecha de recepción: 8 de febrero de 2023

Fecha de aprobación: 5 de abril de 2023

Fecha de publicación: 31 de julio de 2023

Para citar este artículo: Barrios, Nicanor (2023). ¿Pueden hablar los sujetos subalternos del sistema penal? La “cool-tura” como espacio de disputa y resistencia para los jóvenes de barrios populares. Textos y Contextos desde el sur, N.º 11, 15-30.

Resumen

En el presente trabajo se observa el modo en que los jóvenes de los sectores populares son criminalizados y subalternizados a través de los medios masivos de comunicación y el sistema penal argentino. Al seleccionarlos como chivos expiatorios y hacerlos responsables de muchos de los males que aquejan a nuestra sociedad actual, se los somete a la violencia formal e informal del aparato punitivo del Estado. En este contexto, con el fin de indagar las distintas posibilidades que tienen estos jóvenes para llevar a cabo la resistencia en los nuevos lugares donde se desarrolla la actual batalla cultural, se analiza la experiencia de la revista La Garganta Poderosa, como el medio de comunicación de referencia de los barrios populares en Argentina. En el amplio campo de los ecosistemas de pantallas del presente siglo, donde predomina lo táctil, las redes sociales, lo cool y la cultura pop, desde la perspectiva de la comunicación digital y la cultura mainstream, se analiza el modo en que estos dispositivos se constituyen como herramientas fundamentales para que estos jóvenes puedan hacer oír sus voces y ejercer una ciudadanía que les es negada por los medios hegemónicos de comunicación y por el mismo Estado.

Abstract

This paper observes the way in which young people from the popular sectors are criminalized and subalternized through the mass media and the Argentine penal system. By selecting them as scapegoats and making them responsible for many of the ills that afflict our current society, they are subjected to the formal and informal violence of the punitive apparatus of the State. In this context, in order to investigate the different possibilities that these young people have to carry out resistance in the new places where the current cultural battle is taking place, the experience of the magazine La Garganta Poderosa is analyzed, as the medium of communication of reference of the popular neighborhoods in Argentina. In the wide field of screen ecosystems of this century, where touch, social networks, cool and pop culture predominate, from the perspective of digital communication and mainstream culture, the way in which these devices are used is analyzed. They constitute fundamental tools so that these young people can make their voices heard and exercise a citizenship that is denied to them by the hegemonic media and by the State itself.

Palabras clave

Subalternidad, Sistema penal, Cultura, Barrios populares, Jóvenes, Resistencia

Key words

Subalternity, Criminal system, Culture, Popular neighbourhoods, Young boys, Resistance

Introducción

En el año 1985 la filósofa india, perteneciente al grupo de los intelectuales postcoloniales, Gayatri Chakravorty Spivak sorprendió al mundo académico con un aclamado texto donde se preguntaba si verdaderamente podían hablar los sujetos subalternos. Con este término ella se refería, en general, a los sujetos oprimidos y sin voz, pero centraba la pregunta, particularmente, en las mujeres subalternas de países del tercer mundo, como su India natal.

Más allá de las conclusiones a las que allí arribó esta autora, hoy en día es necesario retomar esta cuestión sobre la “subalternidad”, centrándonos específicamente en aquellos subalternos que nuestro sistema penal selecciona y criminaliza día a día.

Cualquier persona que haya tenido la oportunidad de conocer una cárcel, penitenciario o comisaría –en el caso de muchas provincias argentinas– donde se alojan personas detenidas habrá visto que, paradójicamente, en un país tan heterogéneo, diverso y plural como el nuestro las personas que se encuentran allí muestran una composición homogénea en términos de género, clase, edad y raza. Las mismas están pobladas por jóvenes pertenecientes a los estratos más bajos de nuestra sociedad, con características físicas y etarias determinadas. En definitiva, son los jóvenes provenientes de barrios populares quienes, gracias a la influencia de los medios masivos de comunicación, son seleccionados por parte del sistema penal, como aquellos chivos expiatorios a los cuales les adjudicamos la responsabilidad de todos nuestros males.

Esta característica convierte a estos jóvenes en los sujetos subalternizados del sistema penal. En el presente trabajo me detendré a indagar las posibilidades que tienen estos jóvenes subalternizados por los medios y el sistema penal de llevar a cabo la resistencia en los nuevos lugares donde se desarrolla y disputa hoy la batalla cultural, que son los ecosistemas de pantallas del siglo xxi. Y analizar, desde allí, si realmente es hoy la cultura un lugar desde donde puedan hablar, en los términos que se preguntaba Spivak, estos sujetos. Para ello dividiré el trabajo en tres partes: en un primer momento me dedicaré a desarrollar cómo se produce lo que pasaré a llamar “subalternización” penal y mediática de los jóvenes pertenecientes a barrios populares en nuestro país. En un segundo tramo trataré de indagar los campos culturales en la actualidad para poder posicionarnos sobre el contexto en donde se está desenvolviendo la cultura en nuestros días, atravesando el análisis de los actuales lugares de disputa, ya no solo de la cultura, sino también de nuestra vida cotidiana. Y, finalmente, centrándome en el caso de la revista cultural argentina La Garganta Poderosa como ejemplo práctico, analizaré si estos nuevos lugares y herramientas de disputa podrían brindar una alternativa a nuestros sujetos marginalizados, dentro de las posibilidades coyunturales y de contexto, para poder llevar a cabo una verdadera resistencia en términos culturales.

El sueño de la TV produce monstruos: la “subalternización” penal de los jóvenes de barrios populares

“Sobreviviendo en este
mundo nos criamos.
Y nos marginan todos.
A nadie le importamos.
Solo nos nombran,
cuando mal actuamos,
cuando nos drogamos,
robamos,
o matamos”

Fuerte Apache

Hemos anticipado que los seleccionados por el sistema penal, los subalternos de este sistema, son los jóvenes de barrios populares. Pero ¿cómo se produce este fenómeno? ¿Cómo se explica esta “subalternización” que es común en toda la región latinoamericana? Bien, podemos encontrar algunas explicaciones en el campo de la criminología, en lo que Eugenio Raúl Zaffaroni (2011) ha desarrollado en nuestra región con el nombre de “criminología mediática”.

Hablar de subalternización de los jóvenes de barrios populares puede ser un fenómeno que uno ve a nivel local –nacional o regional latinoamericano– pero su raíz no se comprende si uno no lo ve en términos mundiales.

El poder punitivo siempre ha controlado a las sociedades, ya sea controlando a la mitad de ella, las mujeres –aquellas “brujas que pactaban con Satán”–, a los “seres inferiores y degenerados de nuestra raza producto del mestizaje”, a las minorías de todo tipo y, particularmente, siempre a los jóvenes (Zaffaroni, 2011).

En todo el mundo hay un fenómeno de neopunitivismo, una regresión de derechos humanos y de garantías constitucionales en materia penal. En Estados Unidos –el país modelo– a partir de la década de los años 1980 en adelante subió enormemente el índice de prisionización, no solo duplicando, sino triplicando y multiplicando los números (Wacquant, 2015), suba que no ha parado y sigue en ascenso.

Casi dos millones y medio de personas están controladas por el sistema penal1, lo cual demanda muchos recursos, gente que trabaja allí, tercerización y prestadoras de servicios, tanto públicos como privados. El sistema penal emplea a mucha gente, muchas personas pasan a vivir directa o indirectamente del sistema penal en Estados Unidos, el gigantismo que adquiere el mismo es increíble.

Esto se fue produciendo con el correr de los años por el avance de la política penal que acompañó a las agendas neoliberales de los sucesivos gobiernos estadounidenses desde finales de la década de 1970 y principios de los 1980 en lo que el autor francés Loïc Wacquant llama el paso del Estado Providencia al Estado Penitencia (Wacquant, 2015).

Todo esto cuenta con un aparato de propaganda, que son los medios masivos de comunicación social, en la actualidad no solo los grandes canales y diarios de noticias, sino también las redes sociales y páginas de internet, toda una estrategia de multimedios, que crea una sensación de miedo. Se manipula el miedo de esa manera, pero además imponen la postura de que todo conflicto se resuelve por la vía punitiva, es una idea que se va transmitiendo a través de la comunicación de entretenimientos también.

Esta publicidad reproductora del aparato punitivo y del control social llega a América Latina con similares estrategias pero se acomoda a nuestras características. ¿Cómo funciona? Expresa Zaffaroni (2011):

La criminología mediática crea la realidad de un mundo de personas decentes frente a una masa de criminales identificada a través de estereotipos que configuran un ellos separado del resto de la sociedad, por ser un conjunto de diferentes y malos. Los ellos de la criminología mediática molestan, impiden dormir con puertas y ventanas abiertas, perturban las vacaciones, amenazan a los niños, ensucian en todos lados y por eso deben ser separados de la sociedad, para dejarnos vivir tranquilos, sin miedos, para resolver todos nuestros problemas. Para eso es necesario que la policía nos proteja de sus acechanzas perversas sin ningún obstáculo ni límite, porque nosotros somos limpios, puros, inmaculados (p. 369- 370).

Y continúa:

La formación de este ellos selecciona cuidadosamente los delitos de los estereotipados más o menos cargados de perversidad o violencia gratuita, los otros se minimizan o se presentan de modo diferente, porque no sirven para mostrar que cualquier estereotipado habrá de cometer una atrocidad semejante. El mensaje es que el adolescente de un barrio precario que fuma marihuana o toma cerveza en una esquina mañana hará lo mismo que el parecido que mató a una anciana a la salida de un banco y, por ende, hay que separar de la sociedad a todos ellos.

Es que “los medios de comunicación tienden a reforzar unas imágenes culturales en torno a ellos desde la espectacularización de sus prácticas, inmersos en el negocio del rating y de las prensas de colores: amarillistas/sensacionalistas, rojas/criminalísticas y negras/relatos mórbidos” (Bruzzone, 2015, p. 99).

Hay un fenómeno de distribución de violencia muy particular que no se registra en el reflejo de opinión pública o discurso de los medios masivos de comunicación. La realidad nos muestra que, en la actualidad, la mayor concentración de homicidios dolosos ocurren en nuestros barrios populares, villas miseria o asentamientos precarios. En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por ejemplo, si suprimimos la media luna sur de la ciudad –donde se localizan estos barrios–, lo que resta tiene un índice alrededor del 3,5%2, que se va acercando a los índices europeos, que, según especialistas en criminología (v. gr. Zaffaroni, Codino) sería el ideal a alcanzar (un 0% no existe en ningún lugar del planeta). No obstante, esos homicidios que se producen en los barrios populares, al mismo tiempo, son los que arrojan la mayor tasa de homicidios “N.N.”, aquellos que no son investigados o de “autores desconocidos”, es decir, que se investigan menos o, directamente, no se investigan. Al mismo tiempo que son aquellos que no salen en la televisión, diarios, ni páginas web. Esto nos indica que las personas de estos barrios, en nuestro país, se matan entre ellos, y no es que salen a matar afuera de sus contextos, desmintiendo el discurso sostenido por la comunidad mediática.

Esto responde a una forma de control punitivo muy particular, la cual consiste en fomentar las conflictividades y las contradicciones dentro de los propios segmentos excluidos. Y el resultado del ejercicio del poder penal, que es absolutamente selectivo, no solo en la criminalización, sino también en la victimización, esto es que hay mayor riesgo de victimización para aquel que menor capacidad económica tiene que para aquel que mayor capacidad económica posee. Y, como si esto fuera poco, la “policización” también es selectiva ¿de dónde se seleccionan a nuestros policías? También de esos segmentos, los sectores populares con menor capacidad económica. Entonces, hay un fenómeno de criminalización, victimización y policización selectivas (Zaffaroni, Alagiay Slokar, 2014), cuanto más contradicciones se arman, más se matan entre ellos y menos posibilidad tienen de aliarse, de tomar conciencia, de organizarse colectivamente y tener protagonismo político, esta es la perversa técnica de subalternización a través del control de la exclusión social. Todo esto sumado a un vocabulario bélico expreso, donde se instiga a una aniquilación de estos ellos, que en muchas ocasiones se hace efectiva a través de fusilamientos policiales o linchamientos.

Como vemos, de esta criminología mediática, se desprende una política criminal, que es la misma que lo hace en los Estados Unidos pero ocurre que, cuando se emplea el mismo discurso en diferentes contextos, no siempre esa política se puede llevar a la práctica. En nuestros países latinoamericanos no tenemos la infraestructura ni las condiciones para mantener a dos millones y medio de personas presas, los efectos políticos son totalmente diferentes:

En el norte se traduce en una política de prisionización de negros y latinos y en Europa en la expulsión de inmigrantes extracomunitarios, pero en América Latina no hay presupuesto para prisionizar a todas las minorías molestas –que tampoco son tan minorías–, con lo cual la venganza estimulada hasta el máximo por la criminología mediática se traduce en mayor violencia del sistema penal, peores leyes penales, mayor autonomía policial con la consiguiente corrupción y riesgo político, vulgaridad de politicastros oportunistas o asustados y reducción a la impotencia de los jueces, todo lo cual provoca muertes reales en un proceso de fabricación de cadáveres que la criminología mediática ignora o muestra en imágenes con interpretaciones deformantes. La criminología mediática del sur reproduce el discurso del desbaratamiento del estado de bienestar del norte, pero en países que lo tuvieron solo parcialmente o que pugnan por restablecerlo. Los ellos del sur no son tan minorías, sino amplios sectores de la población (Zaffaroni, 2012, pp. 229-230).

Sin embargo siempre terminamos viendo los mismos resultados, un grupo de empresarios morales y de personas de sectores acomodados, pertenecientes a los grandes centros urbanos de nuestras naciones, hablando por los otros, por esos ellos que terminan subalternizados por este aparato generador y reproductor de violencia que es el sistema penal.

La cultura hoy: El paso de la cultura a la “cool-tura”

“Dios es digital.”

Patricio Rey y sus redonditos de ricota

En nuestros días, la cultura del entretenimiento, de las redes y de las plataformas se ha convertido en el relato hegemónico en lo relativo al goce y al día a día de la sociedad. Y da cuenta, no solamente de la información y la comunicación, sino de la concentración de los sentidos culturales. En palabras de Omar Rincón: “Habitamos un nuevo mundo (capitalismo financiero, animalización de los humanos, humanización de los animales, miedos ambientales, personismos como ideología, culturas digitales y expresividades transmedia, jóvenes en bronca cool, fe en las series de televisión)” (Rincón, 2015:23)

Nos desenvolvemos en un mundo que parece distópico, es la época de los sentidos y prácticas culturales del “pasarla bien”, del “likeismo” y, fundamentalmente, de compartirlo todo en ese mundo digitalizado, que es lo que domina la sociedad actual. Es la llamada “cool-ture”, aquel mensaje de lo cool, la sociedad como acto cool, el sentido cultural como lo cool, es decir, como la actitud de pasarla bien.

Y ¿qué significa esta “cool-ture”? Ocurre cuando lo más importante como valor de sentido en una sociedad es “lo cool”. Todo esto forma parte de la llamada cultura pop (Rincón, 2015) que consiste en una forma de consumo cultural predominante en nuestra época, no solo de los jóvenes, sino de toda la sociedad en general. Esta cultura pop genera una revolución de las narrativas, los formatos y las plataformas, cada vez aparecen cosas nuevas y continúan apareciendo. Ojo, este es un fenómeno también importado y hegemonizado desde los Estados Unidos, un capitalismo que nos vende lo yoga, el “buenondismo” digital, el buen vivir, donde se venden emociones como dinero. Es la cultura del entretenimiento mundializada.

El universo donde todo esto se desarrolla es la media ecology, es decir, lo mainstream, las redes, la big data, pareciera que hoy en día todo se disputa por ahí: conseguimos pareja por Tinder, expresamos nuestros enojos y felicidades en nuestros perfiles de Facebook e Instagram, ya no es necesario salir de nuestras casas para comprar porque tenemos Mercado Libre o Pedidos Ya, si no sabemos sobre algo lo “googleamos”, estamos comunicados a través de WhatsApp, en definitiva, hemos comprado el optimismo digital, pareciera que todos, absolutamente casi todos los pensamientos y sentimientos de nuestra vida cotidiana se disputan por estos espacios que se desenvuelven en este campo.

Pero ¿cómo se mantiene dicho contexto? Es aquí donde toman un alto protagonismo las juventudes. Este fenómeno cultural se sostiene a través de influencers mundiales, son los denominados centennials, los likes generation así se les llama a los sujetos que consumen la cultura actual, este grupo vive constantemente en la selfie-life o selfie-culture, la táctica es vivir para sí mismos, no hay nada más importante que el yo, se vive pendiente de la pantalla, estos usuarios son seguidores de experiencias más que productores de experiencias. Lo paradójico es que estos sujetos se creen contraculturales (contra la cultura de la política, de la sociedad, del conservadurismo, etc.) y se busca que consuman productos que lo hagan ver así, se produce una despolitización en manos de un optimismo digital donde nos entregamos como autómatas a sus redes.

Esto ha llevado a que cambie el canon de referencia cultural, se pase de lo intelectual, ilustrado, moderno -aquello basado en razones de argumento- a lo masivo y divertido como criterio (Rincón, 2015), aquello que gusta más, aquello que tiene más likes, más clicks, más trending topics, ese es el criterio de calidad de la actualidad y ya no los argumentos que se emiten para eso.

No queremos caer aquí en un llamado a luchar en estos lugares desde una visión naif de todo este capitalismo de plataformas. De hecho compartimos con uno de los críticos más presentes de la sociedad actual, Henry Giroux, quien nos manifiesta su descontento con este contexto:

la emoción triunfa sobre la razón, donde el espectáculo sobre la verdad, borrando así la historia mediante la producción de un flujo infinito de conocimiento fragmentado e hipócrita [...] Sin una cultura formativa y crítica y sin que lo alimente la esfera pública, emerge un tipo de violencia simbólica, manipulada por la desautorización activa del pensamiento, una violencia en la que se hace más difícil que la gente piense de manera crítica y que actúe con responsabilidad y según un juicio informado. [...] La cultura de la ignorancia opera despolitizando a la gente mediante su inmersión en una cultura de la inmediatez, de la emoción y del placer, mediante su retraimiento a las obsesiones privadas, al consumismo ostentoso y al espectáculo de seguir las últimas noticias de los famosos (Giroux, 2018, pp. 7-8).

Pero la cultura muta, tan ocupados en venerar lo textual, no nos dimos cuenta de que la industria cultural global nos estaba acomodando “de lo mediatizado a lo mediático, de lo simbólico a lo real, de lo representado a lo experimentado. Y como suele pasar, los actores sociales cambian más rápido que los marcos teóricos (Amado, Rincón, 2015, p. 8)” Y no podemos seguir haciendo teoría de la cultura juzgando desde un concepto esencial de cultura letrada o ilustrada, o desde una posición alejada del territorio donde se desenvuelven estas nuevas prácticas. Hay que ver siempre cómo va mutando esta cultura y cómo cambia el sensorio social, es decir, la manera de sentir y percibir a una sociedad en un momento dado.

Podríamos decir que lo cool es lo que genera más tendencia, más ruido, lo masivo. Todo esto cool choca con lo cultural porque pareciera que la gente cool-ture son como habitantes de “the walking dead”, una sociedad zombie que piensa – o pensamos- que estamos muy entretenidos, que somos muy cultos porque estamos híper-conectados con el mundo, que sabemos mucho de él, que estamos ultra integrados, tan conectados, pero en realidad somos unos vivos muertos, unos zombies. Y la cultura, más que ser una herramienta para apagarnos, siempre fue una gran motivación para politizar la sociedad, para vivificarla.

La cool-tura como un verdadero espacio de disputa para los sectores subalternos

“Levanto mi pancarta y la difundo
Con solo una persona que la lea
Ya empieza a cambiar el mundo”

Calle 13

Si partimos de la idea de que, en este mundo contemporáneo, todo se volvió cool, pop y que, es desde ahí, que hay que realizar la crítica cultural, la militancia política, el pensar en popular y trabajar lo subalterno. Es que pasamos de una sociedad de medios a un ecosistema complejo y fluido de convergencia de pantallas:

En este mundo abundan conceptos innovadores como transmedia, crowdfunding, crowdsourcing, creativecommons, interactividad, hipertextualidad, redes. Todo muy coolture. Esta transparencia tecnológica se ensucia y oscurece porque el capitalismo se enloqueció, se volvió financiero y sin (co)razón. Antes a uno (trabajador) lo explotaban con cariño, ahora el que nos explota es un tipo que tiene acciones en la bolsa, al que le importamos un carajo los humanos. Ante este cinismo de managers que ganan bonificaciones al subir acciones y eliminar humanos como en un videogame, nos resignamos con un capitalismo colaborativo, emocional y humanista, que recupera lo solidario como modo de hacer más humana la explotación (Amado & Rincón, 2015, p. 6).

Ahora bien ¿Dónde queda la voz de los subalternizados en todo este berenjenal de pantallas? Gramsci afirma que las clases populares tienen su propia visión del mundo y de la vida pero, a diferencia de la versión letrada, aquella de la clase dominante, esta visión no está sistematizada ni organizada (Gramsci, 1977).

En todo este nuevo mundo comunicativo pareciera que, en nuestras prácticas culturales, siempre estamos mirando desde el mismo sitio y lo que hay que hacer es moverse y mirar desde otros lugares y hacer otras preguntas. Es importante replantearnos desde dónde, desde qué lugar se debe hablar y aquí Omar Rincón nos trae algunos conceptos fundamentales para trabajar dicha cuestión. En primer lugar, el concepto de “culturas bastardas”3:

Las culturas bastardas dan cuenta de lo sucio, lo impuro, lo promiscuo porque no tienen padre reconocido; por eso son herencia de muchos padres e imitan de todas partes para intentar tener una identidad o, al menos, un estilo propio. Las culturas bastardas tienen sentido porque se saben hijas de una sola madre a la que adoran, odian y celebran en simultáneo: la cultura local, la propia, la que tocó en destino” (Rincón, 2015, p. 27).

Estas culturas se implementa a través de prácticas bastardizadas:

el concepto de prácticas bastardizadas de lo popular se entiende como una forma de narrar donde para contar lo de uno y contar uno como ciudadano se utilizan todas las referencias narrativas y estéticas disponibles (de las industrias del entretenimiento y las identidades densas) (Rincón, 2015, p. 39).

Y, por último, un tercer concepto interesante que desarrolla este autor, el de ciudadanías celebrities: “esas que desarrollan el querer estar en las pantallas de la autoestima pública (medios y redes) con voz, rostro, historia y estética propia”.4 (Rincón, 2015, p. 36) que apuntan a

una narrativa que convierte al sujeto popular en la estrella de la vida pública y a las experiencias populares en intervenciones políticas desde lo gozoso. Esta propuesta se basa en la creencia que la comunicación gana sentido en cuanto es táctica para verse y reconocerse, para ejercer el derecho a la propia imagen y al entretenimiento en los códigos propios (Rincón, 2015, p. 39-40).

Pierre Bourdieu nos trae una categoría fundamental para comprender cómo en las sociedades actuales se reproduce la desigualdad, el concepto de capital cultural . Para él hay distintas formas de capital: capital económico, social, cultural y, transversal a éstos, el capital simbólico.

Este capital cultural puede existir bajo tres formas: el estado incorporado, es decir, bajo formas de disposiciones duraderas del organismo; en el estado objetivado, bajo la forma de bienes culturales, cuadros, libros, diccionarios, instrumentos, maquinaria, los cuales son la huella o realización de teorías o de críticas a dichas teorías, y de problemáticas, etc., y finalmente en el estado institucionalizado, como forma de objetivación muy particular, porque tal como se puede ver con el título escolar, confiere al capital cultural –que supuestamente debe de garantizar- las propiedades totalmente originales (Bourdieu, 1979, p. 2)

Y, en este sentido, hay un grupo subalterno de rap argentino llamado “Fuerte Apache” que reclama: “Yo pienso, deberían dar otras opciones, ya están llenos los penales de malandras y ladrones, en mi barrio se tendrían que formar profesionales en lugar de que los chicos se hagan criminales”.5 Si bien compartimos el deseo de estos artistas, y también creemos que esta demanda hacia una mayor justicia social y una menor “justicia” penal, es el camino. Pero, mientras esperamos por esta mayor presencia estatal -la cual llevará su tiempo, si es que viene acompañada de voluntad política- lo cierto es que, en este presente transmedia y cool en el que nos encontramos, es necesario retomar la noción de Bourdieu para que estos subalternizados del sistema puedan incorporar lo que pasaremos a denominar capital cooltural para así, a través del aprendizaje, asimilación y manejo de las herramientas digitales y de plataformas actuales, poder formar un habitus que les permita hacer parte de su cuerpo estas herramientas. Para articular una conceptualización de las narrativas de lo popular desde lo bastardo y, desde allí, intentar ciudadanías celebrities que se actualicen en las visibilidades de lo mediático y digital para poder brindar una mayor resistencia en la batalla cultural:

Lo que aquí se propone es que una vía para resolver el conflicto público de las pantallas es poniendo al ciudadano en ellas sin colocarle condiciones de estética, agenda, voz y relato: la idea es que sean ellos mismos ahí. Y todo porque tienen derecho a estar ahí y a estar en sus propios términos. Y todo porque las pantallas mejoran los pactos de confianza del colectivo e incrementan la autoestima del ciudadano al convertirlo en una estrella de su comunidad. Y es que “por necesidad cultural y política (…) la creación mediática tiene que ver con esa necesidad social de crear imágenes de nosotros mismos, inventar memoria de nuestra historia y buscar metáforas imaginativas sobre lo que queremos ser (Rincón, 2008, p. 97).

Un caso emblemático es el medio argentino La Garganta Poderosa, surgido de un movimiento social y popular de resistencia villera que nació en Villa Zavaleta en el año 2004, gracias a un grupo de juventudes que jugaban al fútbol. En reuniones decidieron cómo organizarían los reglamentos del partido y el reglamento más importante que crearon fue la organización.  Los actores colectivos producen entonces la acción colectiva, porque son capaces de definirse a sí mismos y al campo de su acción (relaciones con otros actores, disponibilidad de recursos, oportunidades, limitaciones) como plantea Melucci (1991).

Este movimiento busca transformar la realidad de sus barrios, desde los propios barrios, en donde colectivamente y combatiendo el asistencialismo, consiguen y construyen las herramientas para que, desde la diversidad cultural específica de cada comunidad, los vecinos puedan comandar un proceso de crecimiento genuino y la recuperación de todo lo que poco a poco, o gobierno a gobierno, les fueron quitando sin, por eso, dejar de exigir la presencia del Estado en cada ámbito del que se ha ido borrando. Estas nuevas teorías de los nuevos movimientos sociales abandonan el marxismo como marco privilegiado de compresión de los movimientos sociales y la transformación social, y apuntan más hacia otras lógicas de acción basadas en la política, la ideología y la cultura, y otras fuentes de identidad como la etnicidad, el género o la sexualidad, que consideran bases de acción colectiva (Berrio, 2006).

La organización social consiste en 114 asambleas vecinales, presente en villas y asentamientos en todas las provincias del país y también en otros países de Latinoamérica, como Uruguay, Cuba y Brasil. Mediante talleres de educación popular, cooperativas de trabajo, debate permanente y lucha en las calles, buscan la transformación de los barrios, en pos de una sociedad justa e igualitaria.

No obstante, la Poderosa lleva bajo su símbolo a la revista “La Garganta Poderosa” que reivindica el derecho de las familias villeras a una vida mejor. Nació como una forma de contrarrestar la estigmatización social que los medios masivos de comunicación fomentaban constantemente, presentando a los barrios populares como lugares donde solo destaca la delincuencia y la droga. En respuesta, la revista pretende mostrar la realidad escrita y fotografiada por los propios villeros. En la actualidad, utilizan Internet y redes sociales como un medio y fin para alcanzar masividad. De esta manera, tanto la internet, como las plataformas y las redes representan una modificación en las maneras de comunicar marcada por nuevos sentidos acerca de la instantaneidad, la capacidad de almacenamiento, transporte y la diversidad de lenguajes comunicacionales convergentes, las posibilidades que estarán sujetas a su escenario de inserción en sus reclamos para mejorar la calidad de vida de los vecinos y vecinas. Incluso, en la portada de la revista N° 100, lograron que aparezca Lionel Messi, entre los tantos deportistas y políticos que pasaron por sus 100 ediciones, y eso generó que se expanda el grito y la voz de los postergados.

Este medio buscó convertirse en la garganta de los sectores populares, de aquellos que por lo general no cuentan con las herramientas para amplificar sus miradas, propuestas y necesidades. De hecho, ese acontecimiento con carácter fundacional que los motivó a darle una gran importancia a lo comunicacional, fue la mirada estigmatizante y clasista de un medio masivo donde se mostraba a los pobres urbanos como gestantes del delito.

Ese argumento denigrante llevó a la organización a generar herramientas para que las otras miradas, las del orgullo de su clase de procedencia, puedan plasmarse y masificarse también. Pero claro que no se quedaron solamente con lo declamativo o meramente discursivo. Sino que buscaron que esa herramienta de difusión también sirviera para construir redes comunitarias de acción.

La Poderosa se consolida desde la preponderancia de la capacidad comunicativa. Cuando una denuncia pública o un reclamo aparecen en la revista o en las redes sociales y el alcance del mismo se magnifica, logran gestar las políticas públicas necesarias para la resolución del conflicto.6

Pero para comprender por qué ocurre esto, debemos volver a tener en cuenta el rol poderoso que, como sociedad, le damos a los medios de comunicación y a las redes sociales.

Con el desarrollo de estas tecnologías y de toda esta cultura actual del ecosistema de comunicación digitalizada, la mirada de las redes sociales cambia, y se les da tanta importancia que hace que los distintos espacios institucionales se tomen en cuenta las cosas que se dicen por esos medios. Pero esto tampoco puede reducirse a que si cualquier organización se manifiesta en las redes, consigue sus objetivos. Resulta particular el caso de la Poderosa con respecto a esto, la que logró una gran materialidad.

En Argentina hay un gran desarrollo de organizaciones sociales o territoriales con presencia en todas las provincias, con vínculos internacionales, y con una multitudinaria capacidad de movilización (v. gr. Barrios de Pie, MTE, Movimiento Evita o Polo Obrero, junto a un largo etcétera) pero su visibilidad radica fundamentalmente en la capacidad de movilización, mientras que no han logrado desarrollar herramientas de comunicación lo suficientemente sólidas, más allá de los órganos de difusión de los movimientos o partidos políticos a los que ellas pertenecen.

Pero, al igual que las otras organizaciones, el territorio también es donde la Poderosa y su Garganta construyen contrapoder y transforman la realidad para mejorar la calidad de vida de los barrios populares. Día a día la Poderosa tiene presencia en los barrios para garantizar derechos, comedores y merenderos para que los vecinos y vecinas accedan a una comida digna. También tienen espacios para la terminalidad educativa como el programa “FinEs”, para aquellas personas que no pudieron seguir en los establecimientos educativos formales. Además generan espacios para el desarrollo económico y laboral, mediante emprendimientos productivos, formación profesional, cooperativas de trabajo, huertas comunitarias, e incluso instalaron un lavadero de autos.

Obviamente no basta solo con lo bastardo y lo celebrity para ejercer plenamente la disputa cultural y una ciudadanía robusta y concreta, siempre va a faltar más política pública y mayor lucha por el poder. Pero, tal vez

reivindicar a las prácticas bastardizadas de lo popular puede ser una manera para proponer acciones de re-invención y resistencia cultural en el ecosistema de pantallas del siglo XXI. En el entretenimiento, también, hay que ganar poder, hay una lucha que dar. Y esa lucha se debe dar desde y en la cancha de los medios y las pantallas. Si se da por fuera, desde los contenidos y las ideologías suena bien como discurso pero es inútil como lucha por el poder: lo entretenido y el espectáculo, también debe ser intervenido y transformado: pero solo se puede hacerlo partiendo de sus lógicas, prácticas y juegos de reconocimiento (Rincón, 2015, p. 39).

A modo de conclusión

Ahora volvamos a Gayatri Spivak y retomemos nuestra cuestión inicial: ¿Pueden hablar los sujetos subalternos del sistema penal? Pues, como desarrollamos en este trabajo, estos sujetos no solo pueden hablar, sino que lo están haciendo en este momento y de un montón de maneras y formas. Cobra vital relevancia que estas voces no se callen, sino por el contrario, se multipliquen pero fundamentalmente consideramos que, de una vez por todas, estas voces deben ser escuchadas. Es por eso que aquí esperamos brindar un aporte que pueda ser de utilidad en este camino que están llevando a cabo. Y es que la realidad nos demuestra que tenemos más razones para escucharlos que para decirles algo, porque ya están cansados que hablemos de ellos sin saber nada de ellos y porque compartimos las palabras del Indio Solari en esa histórica conferencia de prensa de “Los Redondos” en Olavarría, allá por el 1997, cuando explicaba por qué su banda y él no daban reportajes7: “Lo que sucedía era que ya teníamos la suficiente edad para, en vez de bajarles línea a los chicos, escucharlos, porque en sus nervios hay mucha más información del futuro que la que tipos de nuestra edad pueden tener para aconsejarlos.”

Notas

  1. https://www.bjs.gov/index.cfm?ty=kfdetail&iid=488 (página de estadísticas del “Bureau of Justice Statistics” del Ministerio federal de Justicia de EEUU)
  2. http://www.consejomagistratura.gov.ar/images/investigaciones/2018/caba/caba2018.pdf (Informe sobre homicidios dolosos en la Ciudad de Buenos Aires durante 2018)
  3. “En el diccionario de la RAE, el oficial, dice que bastardo es “«lo que degenera de su origen o naturaleza”». Y si es un hijo o hija bastarda, pues es el ilegitimo, el no reconocido, el indeseable, el impuro, el que tiene mala intención, el espurio, el que engaña. Todos sinónimos con que se refiere «“normalmente”» a lo popular con base en las legítimas Cultura, Ilustración, Moral, Capital. Por eso aquí se invoca que las culturas populares son bastardas, unas «“degeneradas”» herederas de las buenas culturas cultas (Ilustración), las tradiciones densas (Identidad), lo folclórico (pueblo), lo mediático (entretenimiento y espectáculo), lo conectivo (internet y celular)” (Rincón, 2015:, p. 27)
  4. Dicho vulgarmente: así como el sistema de salud pública aumenta la felicidad colectiva y la autoestima de una sociedad; ser reconocido y estar en las pantallas mediáticas es condición para la felicidad y la autoestima del sujeto en esta sociedad del espectáculo. ¿Por qué solo pueden salir en las pantallas los que tienen poder por dinero, formación académica, posición de clase y criterios de gestión (modelos, actores, periodistas, políticos, gobernantes…)? ¿Por qué si salen los ciudadanos cotidianos deben hacerlo en las gramáticas, estéticas y relatos de los enunciadores (¿eso de les gusta la basura en los medios privados o de subirles el gusto en los medios públicos)? ¿Por qué los ciudadanos de a pié deben ser “representados” e “interpretados” por los enunciadores de los medios públicos y privados (¿eso de darles voz)? ¿Por qué los ciudadanos del común deben ser “agendizados” por los enunciadores de los medios públicos y privados como sujetos problema, sujetos que se quejan, sujetos del miedo?
  5. Letra del tema “El mundo del Revés” disponible completa en : https://rock.com.ar/artistas/12367/letras/15016
  6. Se puede ver la conferencia de prensa completa en https://www.youtube.com/watch?v=xWfHUiqeCEU
  7. Un ejemplo de este tipo de gestión de la conflictividad impulsada por las asambleas de La Poderosa es la creación de canales de denuncia de los casos de violencia institucional y el control popular a las Fuerzas de Seguridad a través de comisiones de vecinos, en barrios populares de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Dichas comisiones controlan el accionar de las Fuerzas en contacto directo con el Ministerio Público Fiscal, con la Procuraduría contra la Violencia Institucional y con los organismos de Derechos Humanos, sin pasar por los destacamentos policiales que ejercen dicha violencia. Explica la creación de dicho mecanismo Ignacio “Nacho” Levy referente de La Poderosa en https://www.youtube.com/watch?v=Ww0ScFvFxP8&t=143s . Otro ejemplo son las campañas solidarias que la Asociación La Poderosa saca y pretende poner en la agenda pública de los organismos estatales como las relativas a conectividad y urbanización en los barrios populares o políticas de drogas, entre otras.

Referencias

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