Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales

Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco

ISSN 2347-081X

http://www.revistas.unp.edu.ar/index.php/textosycontextos

2022. Núm. 10. 181-196

Descentrar los feminismos y recuperar las experiencias

Reflexiones desde el sur en torno al 33º ENM

Decentrate feminisms and recover experiences: Reflections from the south on the 33rd ENM

Rebeca Surai Sotelo

sotelorebeca@yahoo.com.ar

Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco

Débora Saso

debora.saso06@gmail.com

Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco - CONICET

Fecha de recepción: 6 de abril de 2022

Fecha de aprobación: 21 de julio de 2022

Fecha de publicación: 31 de julio de 2022

Para citar este artículo: Surai Sotelo, Rebeca y Saso, Débora (2022). Descentrar los feminismos y recuperar las experiencias: Reflexiones desde el sur en torno al 33º ENM. Textos y Contextos desde el sur, Número 10, 181-196.

Resumen

A lo largo del tiempo el ENM ha sido una instancia dinamizadora de las discusiones e iniciativas impulsadas por los feminismos en Argentina y en América Latina. Partiendo de esta afirmación, es posible inscribir a Trelew en ese recorrido, no lineal ni exento de contradicciones. Desde esta perspectiva, pretendemos abordar algunas experiencias en torno a la organización del 33° Encuentro (Pluri) Nacional de Mujeres y Disidencias, desarrollado en Trelew, Chubut (Patagonia Argentina).

Situando la realización de este evento en un lugar construido simbólica y materialmente como “periférico”, los objetivos del trabajo son, por un lado, analizar esta experiencia particular de organización, teniendo en cuenta los debates políticos e ideológicos que expresaron diferentes formas de entender la praxis feminista. Y por otro lado, indagar sobre ciertas implicancias en la realidad local atendiendo a las especificidades, tanto desde las condiciones estructurales para su concreción, como las memorias sociales en disputa que también dieron forma a la realización del Encuentro.

Abstract

Over time, the ENM has been a thermometer and a dynamizer of the discussions and initiatives promoted by feminisms in Argentina and Latin America. Based on this afirmation, it is possible to include Trelew in that route, not linear or without contradictions. From this perspective, we intend to address some experiences around the organization of the 33rd (Pluri) National Meeting of Women and Dissidents realized in Trelew, Chubut (Argentine Patagonia).

Situating the realization of this event in a place built symbolically and materially as “peripheral”, the objectives of this contribution are, on the one hand, to analyze this particular experience of organization, taking into account the political and ideological debates that expressed different ways of understanding the feminist praxis. And on the other hand, to inquire about some implications in the local reality attending to the specificities, both from the structural conditions for its concretion, as the social memories in dispute that also shaped the realization of this meeting.

Palabras clave

ENM, Experiencia, Memoria, Feminismos

Key words

ENM, Experience, Memory, Feminisms

Introducción

El Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) es un evento que se realiza anualmente en Argentina desde 19861, año en el que tuvo lugar por primera vez en Buenos Aires, Capital Federal. Ligado a las primeras agrupaciones feministas que comenzaron a organizarse en los años pos-dictadura, los Encuentros han sido una caja de resonancia de los debates sobre la situación de las mujeres –y de las disidencias sexuales, incorporadas a partir de sus reclamos e iniciativas, que han ido ampliando y complejizando los debates de la agenda feminista–, la desigualdad de género, las problemáticas sociales, políticas y económicas, y las diferentes estrategias para confrontarlas y alcanzar mayor cantidad de derechos.

En el transcurso de cada una de sus ediciones se fueron construyendo importantes demandas del movimiento de mujeres como fruto del debate, la organización y las manifestaciones callejeras, las cuales fueron ganando mayor relevancia hacia la actualidad, pues en los últimos años el aumento en la cantidad de participantes fue significativo hasta adquirir una gran masividad.

Una de las claves de esta masificación y de su perdurabilidad tuvo que ver con el carácter amplio que desde sus inicios ha adquirido la convocatoria, y con la modalidad abierta de participación, que tuvo el objetivo de favorecer la pluralidad entre las participantes. A su vez, la incorporación de mujeres de los diferentes movimientos sociales, organizaciones políticas, sindicatos y partidos fue muy significativa desde la década de 1990-2000 (Viano, 2014), pues la posibilidad de encontrarse con mujeres de diferentes puntos del país y discutir sobre cuestiones específicas de su situación lejos de la mirada masculina ha favorecido la agencia de las mujeres como parte de organizaciones mixtas, su intervención en el espacio público y su protagonismo en los conflictos sociales (Andújar, 2014).

La confluencia de diferentes sectores políticos y sociales a partir de este crecimiento ha otorgado un carácter sumamente heterogéneo, el cual, más allá de las ventajas de la pluralidad, ha complejizando y profundizando debates internos acerca de cuál es el rol del movimiento de mujeres y los feminismos, qué demandas son más importantes o urgentes, qué proyectos llevar a cabo, bajo qué estrategias y qué sujetxs los encarnan. Estos debates se plasman en cada Encuentro, a través de la conformación de la Comisión Organizadora –una instancia colectiva que se autoconvoca en cada una de las sedes y se compone por quienes deciden sumarse a la organización–, las definiciones e iniciativas que la misma lleva adelante y todo aquello que sucede “por fuera” o paralelamente al cronograma “oficial” del Encuentro.

A su vez, la elección de la sede es a menudo motivo de controversia, pues se define “por aplausómetro”. Las participantes que así lo desean, proponen y argumentan en favor de una determinada ciudad para que se constituya en el siguiente lugar de realización del ENM. Este método suele ser calificado como arbitrario, ya que a menudo se rige por la lógica de correlación de fuerzas entre estructuras partidarias.

En la provincia de Chubut, la noticia de su elección como sede había pasado inadvertida para una parte del activismo local que no había podido concurrir al 32° Encuentro realizado en Chaco. En un principio se había anunciado que el evento se realizaría en la ciudad de Puerto Madryn, pero en la primera plenaria de conformación de la Comisión Organizadora se decidió convocar en Trelew, contando con localidades cercanas2 como apoyo para garantizar el alojamiento de los contingentes que llegarían a la zona.

Sin dudas se trataba de la sede “más chica” en proporción a la convocatoria por la que había transitado un Encuentro, pues la cantidad de habitantes y la infraestructura de Trelew y alrededores era inferior a cualquiera de las sedes anteriores, al menos en los últimos 20 años.

Por otro lado, Chubut se encontraba en una crisis económica y social de gran magnitud que persiste hasta la actualidad, y cuyas consecuencias más graves afectan a lxs trabajadorxs estatales provinciales en general, siendo trabajadorxs docentes y de salud lxs más atacadxs en particular. Estos sectores en su conjunto han afrontado atrasos e incumplimientos en el pago de sus haberes y la falta de una recomposición salarial, como así también la carencia de condiciones edilicias óptimas para trabajar y la extensión del trabajo precarizado con contratos irregulares dentro del Estado. Ante tal situación, durante 2018 lxs docentes decidieron realizar la toma y ocupación del Ministerio de Educación3, que se extendió desde fines de mayo hasta julio, protagonizando un conflicto que casi cuatro años después no sólo continúa sino que se ha profundizado.

En ese contexto, la realización del Encuentro en Trelew implicaba una gran dificultad para garantizar el alojamiento, dado que buena parte de las delegaciones que participan del mismo se hospedan en las escuelas públicas. El enorme trabajo de relevamiento y negociación con el Ministerio de Educación y directivxs para obtener el permiso de utilización de los edificios escolares, se vio retrasado entre otras dificultades debido a las demoras en los acuerdos necesarios con el gobierno que permitieran contar con la infraestructura para el Encuentro.

Partiendo de esta breve descripción pretendemos analizar la experiencia de organización del ENM en la ciudad de Trelew, teniendo en cuenta que, sumado a las dificultades mencionadas, la misma además se encontraba atravesada por debates políticos e ideológicos en torno a diferentes formas de entender la praxis feminista. Al mismo tiempo nos proponemos indagar sobre las implicancias de dicho evento en la realidad local, sin perder de vista las especificidades planteadas por las condiciones estructurales para su concreción, como así también los sentidos en disputa que dieron forma a la realización del Encuentro.

Decidimos situarnos bajo las coordenadas teórico políticas que recuperan la experiencia como categoría analítica, en pos de elaborar miradas y lecturas contrahegemónicas de los procesos históricos, así como comprender el carácter estructural de las relaciones de explotación y opresión. Es por esto que nos valemos de los clásicos aportes de Thompson (1989), revisitados a la luz de los escritos de Benjamin (2007, 2008) y de los estudios feministas con los aportes realizados por Shari Stone Mediatore (1999) y Chandra Mohanty (2008).

Mención aparte merece la cuestión metodológica, dado que pretendemos alejarnos de miradas que subestiman las fuentes orales. Reconocemos su capacidad de informar sobre los significados que adquieren los acontecimientos y a la vez de colocar en primer plano la subjetividad de las personas que narran (Portelli, 2016). Nos motiva la intención de recuperar las experiencias de lxs sujetxs invisibilizadxs por el tipo de historia centrada en las fuentes escritas, que desestima la palabra de lxs vencidxs y legitima las asimetrías de poder. Es desde esta perspectiva que se entrevistó a mujeres participantes de la Comisión Organizadora del 33 ENM, quienes al mismo tiempo formaban parte de la colectiva feminista Cátedra Abierta de Género de la ciudad de Trelew. Sus impresiones, sentires, memorias y deseos forman parte del corpus que nos permite reflexionar sobre uno de los acontecimientos que marcó a la provincia de Chubut, y particularmente a la ciudad de Trelew, en los últimos años.

Por otro lado, desde nuestra condición de investigadoras y militantes feministas, hemos formado parte también de la organización del 33° ENM, pues nos interesa cuestionar la (falsa) dicotomía entre “activismo/producción teórica” (flores, 2016), teniendo en cuenta que toda producción de conocimiento se encuentra ideológicamente situada y mediada por múltiples intersecciones entre clase, género, racialización, sexualidad, corporalidad, etc. En torno a esta perspectiva, consideramos que este trabajo ofrece una reflexión cuya finalidad última es aportar al debate teórico y a la construcción política feminista.

A su vez, esta mirada sobre el carácter situado de nuestra escritura nos permite pensar la categoría del “Sur”, en tanto ubicación geopolítica y como herramienta para desandar los discursos dominantes de la modernidad capitalista (flores, 2016), noción que dialoga con el planteo de Mohanty (2002), según el cual: “una de las tareas del análisis feminista es descubrir otras historias no idénticas que pongan en tela de juicio y perturben la ubicación espacial y temporal de una historia hegemónica” (pp. 99-100). Nos interesa pensar el 33° Encuentro a partir de esta clave, según la cual es necesario situar e historizar la actividad política y atender a la heterogeneidad del movimiento feminista, de mujeres y disidencias.

Un Encuentro al sur: la marea es al centro lo que el frasquito a la periferia

Un lugar en el mapa es un sitio localizable en la historia

Adriene Rich (cit. en Mohanty, 2012)

La elección de Trelew como sede se sumó a una polémica de larga data, en la que algunas organizaciones partidarias de la izquierda trotskista4 vienen siendo la voz principal. Su planteo se enfoca en la necesidad de que el Encuentro elija a Capital Federal como sede, por ser esta ciudad el “centro político” hacia el cual es necesario orientar todas las demandas que el movimiento de mujeres y los feminismos vienen construyendo. Desde esta perspectiva, cualquier otra decisión escondería la intencionalidad de cercenar el poder de convocatoria y limitar los alcances del Encuentro y de las principales reivindicaciones que han tomado fuerza en la agenda política nacional.

Así, estos sectores vienen planteando esta propuesta desde hace varios años, argumentando la importancia de confluir en una gran movilización en la cual adquiera mayor visibilidad el reclamo hacia el Estado nacional. No obstante, esa opción no ha logrado imponerse en el mediano plazo, pues el último Encuentro realizado en Capital Federal fue en 1996. En esta discusión, las militantes trotskistas han venido señalando que tal negativa se debe a una maniobra de la Comisión Organizadora, para obturar el crecimiento y la radicalización del movimiento de mujeres, por tratarse de una cúpula burocrática que se posiciona en contra de las mayorías5. Sin embargo, es importante señalar que, si bien existen organizaciones que han logrado cierta influencia –como señala Cristina Viano (2014), una de ellas ha sido el Partido Comunista Revolucionario–, la conformación de las comisiones organizadoras en cada lugar que se elige como sede, no es una sola y tampoco es monolítica ni homogénea, lo que permite dudar sobre su supuesta capacidad de ejercer un control tan férreo acerca de las decisiones del Encuentro.

En su artículo “La marea y el frasquito” (La Izquierda Diario, 18/10/2018), Andrea D’Atri, fundadora de la agrupación Pan y Rosas ligada al Partido de Trabajadores Socialistas (PTS), sintetiza esta posición al señalar que el traslado del Encuentro a Trelew suponía intentar reducir los alcances del movimiento de mujeres y de una de sus expresiones más importantes: la “marea verde”, en un año en el que luego de siete presentaciones, el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) realizado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, sería tratado por primera vez y aprobado en la Cámara de Diputados, pero luego ser rechazado por la de Senadores.

Sin negar la centralidad de este debate en la agenda política nacional, resulta interesante interrogar este tipo de posicionamientos para los cuales las grandes ciudades, y en particular la Capital Federal, serían los ámbitos privilegiados para la visibilización de las demandas sociales, restando importancia a los procesos que pudieran ocurrir fuera de ellas. Reeditando nociones que inscriben a la Patagonia en un “desierto”, la autora de esta nota describe en uno de sus pasajes al lugar elegido para el acto de apertura como “un páramo seco donde volaba polvo y flameaban los banderines de las primeras agrupaciones en llegar, algunas después de hasta uno o dos días de viaje”, mencionando también que Trelew era una sede de muy difícil acceso y alejada del centro político del país, lo cual obstaculizaba el crecimiento del movimiento de mujeres.

Esta mirada reproduce una forma de representación hegemónica sobre la Patagonia que existe –al menos– desde el siglo XIX y se ha asentado en el borramiento material de los pueblos originarios, en el intento de eliminar sus culturas e historia por parte del Estado-Nación y, posteriormente, en la represión a las huelgas obreras de principios del siglo XX. A su vez, este discurso ha asociado a la Patagonia con la naturaleza “prístina” y a “horizontes distantes y extrañamiento”, en tanto territorio alejado sobre el cual es necesario extender el control de la nación ante el peligro de la infiltración extranjera (Gatica et.al, 2005; Escobar, 2015).

Es posible que la intencionalidad de D’Atri no haya sido reproducir esta visión literalmente aunque, sin embargo, consideramos que la misma subyace de manera inconsciente, ya que adopta una perspectiva política centrada en una zona del país que históricamente se ha erigido como dominante: la región pampeana. Esa lectura implica una valoración negativa de la realización de un Encuentro por fuera de los márgenes de dicha región, dado que sería contraproducente para la organización del movimiento de mujeres y sus demandas. El término “páramo” remite a esta mirada, en la que se construye una imagen de vacío y lejanía, pues los otros elementos que se remarcan son el viento y las pocas delegaciones que llegaban al acto luego de “días de viaje”.

Esto se contrapone con una mirada regional, en la cual los procesos de lucha tienen que ver con las experiencias de manera situada y no con el espacio como una realidad a priori o como mero “escenario”, sino en tanto lugar en el que se da una relación dialéctica entre experiencia y territorialidad. Esto quiere decir que tales experiencias constituyen el territorio y viceversa, de modo que la localización no define por sí misma la realidad histórica y los fenómenos sociales que acontecen en las regiones “periféricas”, los cuales no son necesariamente “reflejo” de aquello que sucede en el “centro”. Al mismo tiempo, las fronteras administrativas constituidas por los Estados no necesariamente son la única variable de organización de la vida en un espacio determinado, pues a menudo son límites permeables y difusos.6

Pero existe otro aspecto que a nuestro parecer subyace en el artículo de D’Atri y tiene que ver con las formas –siempre situadas– de pensar y construir los feminismos. Chandra Mohanty (2008) advierte sobre algunas perspectivas y aseveraciones adoptadas tanto por feministas identificadas cultural y geográficamente con Occidente, que escriben sobre mujeres del tercer mundo, como por aquellas que forman parte del mismo pero que adoptan las estrategias analíticas generadas en los “centros” académicos para referirse a las mujeres de sus propios territorios. Si bien para esta autora el discurso, los análisis y la práctica del feminismo occidental no son algo homogéneo, identifica ciertos tópicos que de alguna manera atraviesan sus construcciones discursivas. La mirada colonial continúa siendo para Mohanty una constante difícil de desmantelar, incluso en las posiciones feministas más radicales o, si se quiere, revolucionarias. Esto se observa en la utilización de ciertas categorías analíticas como la de mujeres (en referencia a las del tercer mundo), la cual suele dar lugar a perspectivas homogeneizantes de una gran variedad de experiencias y situaciones que forman parte de la realidad de lxs sujetxs sobre lxs que se habla y a quienes se les termina por negar su agencia o capacidad de acción.

Recuperando los aportes de Mohanty sobre la existencia de un “Occidente” que habla sobre esxs “Otrxs” a lxs que se dedica a analizar, nos interesa interpretar el artículo “La marea y el frasquito”. Nos preguntamos desde qué “lugar” escribe D´Atri cuando visualiza a Trelew como un páramo absolutamente alejado de lo que se considera el punto neurálgico de la política argentina; o cuando, abrevando en la noción de “desierto” termina por invisibilizar las experiencias de organización y militancia existentes en el territorio patagónico, que según su artículo sólo se hacen presentes cuando llegan “las primeras agrupaciones” con sus banderines.

Asumir esta mirada implica no reconocer a quienes habitamos territorios por fuera de la Capital Federal, como “parte” integral de los procesos de movilización social. Esto a su vez se traduce en un enfoque simplista y homogeneizante de las realidades propias de cada sede o lugar de realización del Encuentro. En el caso particular de Trelew, la autora pasa por alto las características particulares que tuvo la Comisión Organizadora, la cual contó con una marcada participación de agrupaciones y personas independientes, sin ser hegemonizada por un solo sector, dando como resultado el desarrollo de intensos debates y tensiones.

En tal sentido, a partir del análisis que hace D´Atri del 33 ENM, se puede inferir que razona y escribe como si fuera el “Occidente” de Trelew en tanto no logra visualizar la agencia histórica y política del movimiento de mujeres y feminista local, el cual cuenta con especificidades, entramados, contradicciones, vinculaciones y conflictos propios. Así, es importante destacar que en estos entramados y contradicciones existen diálogos, encuentros y desencuentros con las luchas populares, aspectos que se vieron plasmados en los debates de la Comisión Organizadora y sus entrecruzamientos con, por ejemplo, el conflicto de trabajadorxs docentes y estatales que, como señalamos anteriormente, tuvo una enorme resonancia durante 2018.

Chandra Mohanty advierte que para la construcción intelectual y política de los feminismos de las periferias es necesario sostener proyectos basados en identidades y afinidades políticas estratégicas y que a su vez contemplen la formulación de intereses basados en la autonomía, geografía, historia y cultura de quienes están implicadxs en esos proyectos. Atentas a ello, consideramos imprescindible la ruptura con posiciones o lecturas que llevan a miradas monolíticas de sujetxs y procesos; y que a su vez devienen en prácticas que nos alejan del horizonte de construcción de alianzas políticas sólidas contra las jerarquías de clase, género, raza y el imperialismo.

Recordar, narrar y reinterpretar: recuperar la experiencia para la historia

Atendiendo al tema y objetivos del presente trabajo, nos vemos en la necesidad de explicitar algunas consideraciones sobre la noción de experiencia en tanto categoría que permite acercarse a otras posibles perspectivas críticas, situadas en los márgenes tanto del quehacer académico como político-militante.

Mucho se ha escrito sobre la experiencia desde que Thompson lanzara su formulación teórica en torno a la constitución de las clases sociales. Feministas como Donna Haraway han alertado sobre el riesgo de naturalizar categorías que han sido ideológicamente constituidas y que condicionan las experiencias. Sin embargo, fueron los planteos de Joan Scott (1988) quien, en sintonía con otras teóricas, los que remarcaron las limitaciones del concepto de clase thompsoniano para explicar las diferencias en la experimentación de las relaciones de producción por parte de mujeres y hombres. La utilización de una noción de experiencia derivada de las relaciones de producción actuaría como un elemento unificador que invisibiliza formas de diversidad. Dado que estas relaciones de producción se presentan como un factor común entre individuxs con diferencias religiosas o étnicas (entre otras), terminan por adquirir un peso mayor dentro de las experiencias, quedando por fuera del análisis otras dimensiones de la existencia humana como por ejemplo el género. En síntesis, según Scott la mirada thompsoniana llevó a esencializar la categoría de experiencia, convirtiéndola en una evidencia incontrastable o el punto de origen de la explicación histórica.

Si bien acordamos con la trascendencia dada por Scott a la necesidad de ser conscientes sobre el origen de los conceptos analíticos, ya que ello posibilita el entendimiento de sus alcances epistemológicos y los objetivos a la hora de construir conocimiento (Stolke Verena, 2004), nos permitimos disentir con el enfoque post-estructuralista que adopta finalmente y que coloca la experiencia solo en el orden lingüístico, anulando la posibilidad de pensarla en relación a otras dimensiones. En tal sentido, y coincidiendo con la propuesta de Stone Mediatore (1996), sostenemos que es necesario un concepto de experiencia que sirva para la reflexión crítica y al mismo tiempo se desprenda de nociones que la colocan en el lugar de evidencia indudable. Las historias o narraciones que conforman la experiencia son fundamentales para la praxis feminista en territorios “marginales”, ya que nos permiten contextualizar los testimonios en los marcos de un análisis estructural de la opresión, marginalidad o explotación. Por ello, en diálogo con su noción de experiencia inspirada en Chandra Mohanty, nos interesa recuperar las ideas de Walter Benjamin respecto de este tópico, principalmente la perspectiva histórica que aporta.

Mohanty argumenta que el acto de recordar, narrar las experiencias cotidianas de subalternidad, dominación y resistencia, al mismo tiempo que ponerlas en relación con explicaciones históricas globales puede aportar a lo que denomina una conciencia de oposición. Es decir que la experiencia no sólo necesita ser contada o testimoniada, sino que es preciso comprenderla en los marcos de análisis estructurales que contemplen las consecuencias del capitalismo patriarcal y colonial, para así dar lugar a una conciencia política potencialmente transformadora.

En este punto es interesante trazar un puente con el pensamiento benjaminiano, el cual hace hincapié en la idea de que las experiencias se comparten e intercambian a través de la narración. Dicha capacidad habría entrado en crisis a partir de la Primera Guerra Mundial, menguando la comunicabilidad de la experiencia y a la vez llevando a que lxs sujetxs ya no se reconozcan en los marcos de una misma herencia histórica, sumiéndose en lo que para Benjamin es un nuevo estado de barbarie.

En este sentido es que podemos decir que el autor propone una conexión entre narración y Memoria, ya que en definitiva el fin último de la narración es conservar lo narrado. Aquella preocupación de Benjamin por la pobreza de la experiencia, refiere a la fragmentación en la historia y memorias de lxs oprimidxs; al creciente desapego y separación entre las sucesivas generaciones de “vencidxs” y sus experiencias. Se trata entonces de garantizar la reproducción de la experiencia a través de la rememoración-narración, ya que “el recuerdo funda la cadena de la tradición que se re-transmite de generación en generación” (Benjamin, 1936, p. 10).

Mohanty nos dice que la conciencia política y el conocimiento crítico se constituyen en la lucha contra la opresión, al tiempo que esta lucha implica recordar y re-narrar experiencias veladas de resistencia, rebelión y conflicto con el status quo. La narración forja vinculaciones entre la memoria individual – a través de la rememoración– y las luchas colectivas. Vemos entonces que existe un encuentro entre las perspectivas de Mohanty y Benjamin, en tanto que para ambxs el acto de recordar, narrar y reinterpretar las experiencias de manera colectiva, permite la identificación con lo que para una son luchas de oposición y para otro, proyectos de emancipación.

De experiencias y memorias: cuando la narración tiene voces de mujeres

Como adelantamos anteriormente, la Comisión Organizadora del 33° ENM tuvo varias particularidades y una de ellas fue la heterogeneidad de trayectorias, pertenencias e identidades que portaban quienes formaron parte. Nos interesa en este apartado recuperar las rememoraciones y narraciones de militantes feministas pertenecientes a la colectiva Cátedra Abierta de Género7, que participaron de lleno en el trabajo de logística, organización y debate que implicó la realización del Encuentro. Nuestro interés no se limita a la sola recopilación de testimonios ya que, por el contrario, entendemos que narrar, reinterpretar y contextualizar es clave para la praxis feminista en cualquier lugar del mundo, pero fundamentalmente en lugares por fuera de los “centros” –académicos, políticos, económicos etc.– como lo es Trelew.

Al releer las narraciones de las entrevistadas se vislumbran las diferentes percepciones de lo que significó para cada una de ellas la realización del Encuentro y su participación como integrantes de la C.O; sin embargo, surge como factor común la noción de que el 33 ENM constituyó un antes y un después tanto en la política feminista local, como en sus propias prácticas militantes.

El recuerdo de las dificultades, las tensiones y debates no opaca el carácter “enriquecedor” de todo el proceso y la forma en que permeó las subjetividades, tal como reflexiona Ana8, una de nuestras entrevistadas:

“creo que después de formar parte de esa Comisión Organizadora a todas se nos movió la estantería en relación a... algunas cuestiones del feminismo, del movimiento de mujeres... y terminamos ese Encuentro haciéndonos otras preguntas distintas a las que nos hacíamos cuando empezamos a organizarlo (Ana, entrevista, 2021).

Tal como lo dijéramos en el apartado anterior, la noción de experiencia es necesaria en función de la reflexión crítica. Es justamente esto lo que se evidencia cuando en las entrevistas se afirma que luego del Encuentro surgieron nuevas preguntas sobre el tipo de feminismo que se construía hasta ese momento y el que se pretendía construir en adelante, sobre las lógicas que entran en juego y sobre las diferentes perspectivas ideológicas con las que cada unx carga. Y ésta no es una cuestión menor, en tanto que para la praxis feminista poner en palabras la experiencia y contextualizar los testimonios que la conforman, constituye una herramienta que ayuda a clarificar y dar solidez a una conciencia política con potencial transformador.

Por otro lado, la relación entre memoria individual y luchas colectivas es también un aspecto contenido en la narración de experiencias. El acto de rememorar conlleva a establecer un nexo entre aquello que recordamos y la necesidad de resguardar lo vivido en pos de su transmisión o divulgación. Desde una perspectiva benjaminiana ello es parte fundamental en la construcción de una historia de lxs oprimidxs, pero principalmente es clave como muestra de que lo colectivo y la existencia de otras formas de ser, estar y relacionarse son posibles:

“Trabajar en el grupo de compañeras... y la mayoría que estábamos en la intra9 y que habíamos asumido el trabajo en la meseta es… siendo con una firmeza de llevar adelante los principios de autogestión, de autogestionarnos todo y con compañeras que eran de la meseta o que habían vivido en la meseta con una visión de mujeres, de experiencias que estábamos… dispuestas a capitalizar, a transformar y a devolver. No, fue increíble lo que se pudo desarrollar, lo que pudimos hacer juntas… todas las compañeras. Me acuerdo de las reuniones que hacíamos, las caras, el entusiasmo que teníamos… este… las ganas de ir a encontrarnos con las mujeres… y bueno para mi en lo personal fue encontrarnos desde otro lugar, fue increíble… muy emocionante. Yo no sé cómo explicarlo” (Rosa, entrevista 2021).

El conjunto de las entrevistadas hacen un balance positivo en términos de construcción colectiva, una vez finalizado el Encuentro y toda su dinámica. Se ponderan cuestiones como los “aprendizajes” individuales, el repensar la propia práctica o “des-romantizar” el feminismo para construir nuevos espacios colectivos. Pero también emergen con fuerza en los relatos nuevas experiencias de organización, encuentro y participación de mujeres, fundamentalmente en pequeñas localidades de la Meseta Central10 de la provincia de Chubut, tal como nos cuenta Alba:

“lo que nos quedó de ese Encuentro fue una construcción y una organización mucho más sólida en cada uno de esos lugares en los que pudimos llegar... y un crecimiento constante de esas comunidades, de esas mujeres que se siguieron encontrando en los pueblos” (Alba, entrevista 2021).

Todo esto constituye para nosotras una muestra clara de lo que se denomina como prácticas y experiencias feministas en los “márgenes”, proyectos que intentan orientarse hacia la construcción de identidades y redes políticas que contemplen la autonomía, historia y particularidades de lxs sujetxs involucradxs. Porque como bien lo sintetiza Rosa:

“entender que cuando uno llega a un lugar la historia no empieza con uno, sino que ya viene la historia y poder rescatar lo que ya venía [...] eso también hizo que pudiéramos [...] sumáramos a las mujeres de la meseta, sumáramos un poco más de lo que ya había, de lo que se venía peleando, de lo que se venía haciendo” (Rosa, entrevista 2021).

De consensos no vive el feminismo: tensiones y debates en la Comisión Organizadora

La discusión de mayor relevancia tuvo que ver con el cambio en la denominación por Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No binaries, el cual, según señala el documento final de las conclusiones de los talleres, “produjo un tajo, un agujero en la trama del 33° Encuentro que como movimiento debemos suturar” (AAVV, 2018, pp. 4-5). Al respecto Ana recuerda lo siguiente:

“en relación a la plurinacionalidad sobre todo, fue muy difícil, fue una discusión difícil, con muchos matices en la que era difícil tener una postura definida, porque había muchos atravesamientos y muchas cosas que pensar y fuimos pensando cosas en momentos diferentes” (Ana, entrevista, 2021).

Observamos que la discusión sobre la plurinacionalidad y el cambio de nombre constituyó en verdad una fuerte tensión que atravesó la dinámica organizativa del Encuentro e incluso la trascendió, al continuar en las siguientes ediciones del mismo, visibilizando modos diferentes de comprender la praxis feminista y lxs sujetxs a quienes ésta abarca. En un sentido, el reclamo por la plurinacionalidad incorpora la necesidad de pensar la lucha feminista como interseccional, necesariamente ligada al antirracismo y al anticapitalismo, a la defensa de los territorios frente al extractivismo y a la reivindicación identitaria de los pueblos originarios de Nuestra América. Así, la denominación plurinacional condensa la demanda por visibilizar la enorme diversidad de naciones originarias preexistentes a los Estados nacionales, pero también la violencia estructural e histórica implicada en los procesos de constitución de dichos Estados y en sus políticas actuales. A su vez, esta demanda se ubica en la necesidad de resituar al movimiento de mujeres y feminismos en una genealogía propia, más allá de la reivindicación de las voces de un feminismo blanco y eurocentrado.

En otro sentido, se trata de un debate que no sólo atraviesa a los feminismos sino que involucra a otros sectores que plantean horizontes emancipatorios o que contienen en su composición a sectores del pueblo, pues remite a la perspectiva estratégica que se asuma, a los modos de organización desde abajo, su interacción/confrontación con el Estado y el carácter de las luchas sociales. De este modo, la confrontación en torno a la denominación del Encuentro adquiere un carácter ideológico en el cual intervienen las ideas acerca de cómo transformar –o para ciertos sectores, reformar– la realidad y qué sentidos se les otorgan a las prácticas políticas.

Al mismo tiempo, nos remite a la complejidad y a la heterogeneidad involucrada en este tipo de construcciones colectivas y a los desafíos que la misma encarna para quienes apostamos a ella en la histórica contienda por una sociedad libre y justa.

Por último, más allá de los debates, disputas y contradicciones suscitadas durante la organización del 33° Encuentro, es factible identificar ciertas implicancias gestadas por la interpelación política y masividad que dicho evento conlleva. En primer lugar, cabe mencionar la forma en que ciertas dinámicas de participación y organización social se vieron estimuladas, posibilitando en algunos casos la conformación de nuevas colectivas y agrupaciones feministas. Varias de ellas perduran al tener como base de apoyo la capacidad de colectivas preexistentes, cuyas integrantes adquirieron nuevos saberes/experiencias para su práctica militante.

Al mismo tiempo, la presencia en las calles del movimiento feminista y de mujeres se vio fuertemente potenciado, aspecto que tuvo su máxima expresión durante la lucha por la legalización del aborto a través de multitudinarias movilizaciones y pañuelazos en diferentes plazas de la provincia. De este modo es posible afirmar que así como “nadie vuelve igual de un Encuentro” –según la difundida y popular frase utilizada por lxs encuentrerxs– ningún Territorio y comunidad permanece incólume frente a la potencia transformadora de las mujeres y disidencias organizadas.

Notas

  1. Realizado entre el 23 y 25 de mayo de 1986 en el Centro Cultural San Martín, CABA. Se puede encontrar una reconstrucción de este primer Encuentro en Maffía et al. (2013).
  2. Ubicada en el Valle inferior del Río Chubut –el cual atraviesa la provincia desde la Cordillera de los Andes al oeste, hasta la costa al este–, cuenta con una serie de pequeñas localidades cercanas: Gaiman, Dolavon, 28 de Julio, Rawson y Playa Unión, y una ciudad de similar densidad poblacional ubicada en la costa: Puerto Madryn.
  3. El Patagónico, 30/05/2018.
  4. Nos referimos a aquellas organizaciones que reivindican el legado teórico y político de León Trotski, miembro del Partido Bolchevique, dirigente de la revolución rusa y fundador de la IV Internacional. Desde la década de 1930, el trotskismo argentino tuvo diferentes niveles de vinculación e influencia política en el movimiento obrero, constituyendo diversas organizaciones a lo largo de su historia. Actualmente, un importante sector de los partidos trotskistas se nuclean en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (FIT-U). Para ampliar este tema, ver Rojo (2012).
  5. La crítica a cualquier espacio que se plantee como “dirección” de un proceso es una característica de esta línea política, basada en un pasaje del programa de la IV Internacional, elaborado por León Trotski en 1938, El programa de transición (2009), según el cual el problema central del proletariado revolucionario se debía a una crisis de la dirección, devenida en burocrática y traidora de los intereses de las masas. Así, esta lectura, descontextualizada y deshistorizada, ha sido trasladada a múltiples situaciones en las cuales ciertas organizaciones trotskistas han intervenido, señalando el carácter burocrático de cualquier espacio de decisión que las mismas no hegemonizan.
  6. En torno a estos debates, ver Andújar y Lichtmajer (2019).
  7. Dicho espacio devino posteriormente en la conformación de la colectiva Bardas Feminismo Insurgente en el 2019.
  8. Los nombres de las personas entrevistadas han sido reemplazados por seudónimos.
  9. Aquí hace referencia a la sub-comisión intra provincial que formaba parte de la Comisión Organizadora y cuya tarea consistía en recorrer la provincia para invitar al Encuentro a las localidades alejadas de las principales ciudades.
  10. Se trata de la región ubicada en la zona centro norte de la provincia y responde a la división comarcal creada en el año 2006, con el objetivo de zonificar la provincia para reemplazar a los históricos departamentos. Tiene como característica una baja densidad poblacional y la presencia de grandes yacimientos metalíferos, lo que la convierte en un territorio altamente codiciado por las actividades extractivas como la megaminería. Para ampliar ver Hermosilla Rivera (2019).

Referencias

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