Cultural Anthropology of the Covid19 Meme: communication strategies between epidemic and pandemic
Lucrecia Escudero Chauvel
lescuderochauvel@gmail.com
UNR Centro CIM - UAB Laboratorio LAPREC
Investigadora asociada CERMA MOAM - EHESS (Paris)
Este artículo compara el tratamiento de la información en la epidemia del Sida a principios de los años noventa del siglo pasado con la pandemia del Covid19 en la primera mitad del siglo xxi. Esta comparación nos permitirá observar las transformaciones en la mediatización de un “problema de sociedad” y las diferentes estrategias abordadas por los medios audiovisuales. La hipótesis es que los formatos televisivos, radiofónicos o de la prensa no se ven afectados en sus dispositivos de representación, pero sí sus agendas, las nominaciones y caracterizaciones de ambos flagelos. Por último el artículo analiza los mecanismos del humor popular expresado en las redes sociales –que no existían en la época del Sida– con un corpus de memes básicamente argentinos.
This article compares the treatment of information in the AIDS epidemic at the beginning of the nineties of the last century with the Covid19 pandemic in the first half of the Sxxi. This comparison will allow us to observe the transformations in the mediatization of a "society problem" or issue, and the different strategies approached by the audio-visual media. The hypothesis is that television, radio or press’s formats are not affected in their representation devices, but their agendas, nominations and characterizations of both scourges are. Finally, the article analyses the mechanisms of popular humour expressed in social networks –which did not exist in the time of AIDS– with a corpus of basically Argentine memes
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Memes, Covid19 Pandemic, AIDS Epidemic, Information Strategies, Mediation
Durante la gran epidemia de Sida de finales de los años ochenta que explotó en el momento bisagra del paso a la sociedad global –que es como decir, de un mundo a otro– con la industria de las comunicaciones organizando la convergencia tecno-económica que conocemos como globalización, realicé junto a Eliseo Verón una investigación pionera sobre el tratamiento del Sida en los medios franceses para el Consejo Nacional del Sida presidido por la antropóloga Françoise Héritier (Escudero Chauvel, Verón et al., 1993). Hay diferencias y similitudes con esta pandemia.
La primera es sin duda la forma de transmisión y contagio, circunscripto a prácticas especificas –el sexo y el intercambio de jeringas– en el Sida y difuso en el Covid-19. Si bien el preservativo y la máscara son los dos antihéroes designados, esta no ha sufrido las anatemas papales que vivió la prevención sexual. Esta diferencia es crucial porque una cosa es saber cómo protegerse –sexo seguro con preservativo en las llamadas prácticas a riesgo, uso único e individual de jeringas – y otra muy diferente es tener que llevar una máscara en la vida cotidiana. Si el espacio privado era potencialmente peligroso en el primer caso, ahora estamos frente a un espacio público amenazante con posibilidades de contagio.
También afecta a los colectivos discursivos de identificación necesarios para organizar una campaña de prevención eficaz: ¿quién es el que habla y a quién se dirige? Si bien todas las campañas de salud pública tienen como referente la población en general, muy tempranamente el virus HVI se fue perfilando dentro de un universo de prácticas sociales restringidas. Recordemos la célebre campaña SI-Da/ NO-Da del gobierno español, con su música pegadiza y sus muñequitos que decían Sí y No sobre las formas del contagio, que se volvió paradigmática para el mundo en lengua española, o la fotografía de la Princesa de Gales tomando la mano de un enfermo terminal de SIDA, ¡sin guantes! Las campañas Covid19 mostraron un único modelo de comunicación vertical subrayando más que la forma del contagio (las gotas que emite la respiración), las formas de la prevención.
Se ha comparado a la pandemia actual con dos fenómenos que la preceden: la gripe española de 1918, por la virulencia y el número de muertos, y el Sida, por la complejidad del virus, la incertidumbre inicial sobre las formas de propagación y el desafío científico en la búsqueda de una vacuna. Si el Sida ha sido por excelencia la epidemia de entrada en la postmodernidad mediática –los medios adquieren una hiper-visibilidad que los hace centrales en la construcción de las formas de percepción de los problemas de interés público y en la construcción del lazo social–, el Covid19 interroga profundamente a la sociedad en la era de la globalización: desplazamientos, flujos, contaminaciones, desigualdades económicas y culturales, manipulaciones políticas se despliegan sobre un fondo de crisis del modelo de desarrollo neoliberal. El hecho de que se trate de una zoonosis, una enfermedad trasmitida por los animales, como el ESB y el SRAS, disparó la alerta ecológica y nuestras prácticas individuales, individualistas y colectivas en el cuidado de lo común, nuestro planeta, discutiendo en el fondo sobre la ética ciudadana.
Complejo revelador de los elementos positivos de este período de la mediatización, como es la rapidez no solo del contagio sino de la información –siempre en tiempo presente y en continuado– y la existencia de una comunidad global de científicos abocados a la búsqueda de una vacuna, muestra también los negativos: las sociedades han descubierto con estupor la falta de prevención de sus clases dirigentes, abocadas a políticas cortoplacistas que excluyeron, como es el caso francés, hipótesis de crisis a largo plazo. El concepto de “soberanía sanitaria” se abrió así camino para señalar la importancia fundamental de políticas de seguridad y de educación en salud pública, que se habían dejado peligrosamente de lado.
El Sida, como ninguna otra enfermedad lo había hecho precedentemente, contribuyó a interrogar a la sociedad en sus prácticas individuales más íntimas; el Covid19 se vuelve la pandemia de la paradoja de la globalización, restringiendo la circulación de las personas y su contacto.
Históricamente, las emisiones de televisión abierta sobre el Sida aparecieron en la Unión Europea cuando este empezó a ser percibido como una amenaza para el conjunto de la sociedad (1986). Hasta ese momento era considerado un “cáncer gay”, con todo lo peyorativo y discriminatorio de la carga semántica de esta nominación. Analicemos las principales diferencias con el tratamiento mediático2 del Covid19:
Entre 1985 y 1986 salen al aire los primeros programas en EEUU acompañando las interrogaciones que se hacía la opinión pública americana porque, identificado inicialmente con la comunidad homosexual, el Sida se fue transformando paulatinamente en una enfermedad que “todo el mundo podía atrapar”, como afirmaban tantos participantes de las emisiones francesas (Escudero Chauvel, 1997). Dos elementos iniciales del plano del contenido que permiten una primera comparación con el tratamiento mediático del Covid19: la formación de un colectivo de identificación, es decir la nominación determinativa de población homosexual frente a un colectivo difuso, indeterminado, como es el de población en general. Esta diferencia enunciativa determinado/indeterminado tiene consecuencias directas en la aplicación de programas de prevención y educación pública.
Es muy diferente tratar, desde el punto de vista de una estrategia de comunicación, con “poblaciones a riesgo” especificas (los homosexuales y los toxicómanos), es decir caracterizadas a partir de prácticas sociales concretas, que dirigirse a segmentos estadísticos generales de población civil: la “población de riesgo” del Covid19 son los mayores de 70 años, pero esto nada nos dice de las prácticas íntimas de ese fragmento etario. De hecho, una colección completa de memes humorísticos sobre la tercera edad y el virus han circulado por las redes.
Enfermedad a “largo plazo” entre su declaración y la muerte, el Sida tiene una temporalidad vital diferente al tiempo de los medios, mientras que el Covid19 es inicialmente violentamente mortal entre la aparición de los síntomas y las estadísticas de las muertes. Efectivamente, durante la década de los años noventa del siglo pasado el Sida se va instalando en los medios como una enfermedad crónica que puede ser tratada –pero no curada– como la diabetes. Acompaña esta transformación del orden de lo científico –no hay vacunas pero si terapias– la desaparición del concepto de “urgencia” que había sido hegemónico durante los primeros años, reemplazado por un recordatorio ritual el primero de diciembre de cada año como el Día Mundial de la lucha contra el Sida. Si bien las fronteras de la enfermedad explotaron en la siguiente década, ello no afectó a Europa, que controló parcialmente la propagación, sino al África Subsahariana, con la secuela alucinante de niños huérfanos, y por consiguiente se relegó la noticia al espacio de lo típico, con ese cinismo utilitario que acompaña a menudo a las políticas de programación de la televisión tradicional. Esta transformación temporal y temática se compensa en el Covid19 por una extensión territorial, de allí que la OMS habla de pandemia, reservando la nominación epidemia para el Sida. Estos regímenes de temporalidad diferentes afectaron la construcción de la informacion y las agendas.
La prensa fue la primera en hacerse eco de la aparición del HVI y las investigaciones sobre su rol muestran hasta qué punto el Sida se fue metamorfoseando de scoop en continous news a medida que las formas de encarar científicamente la enfermedad se iban transformando a su vez, hasta desaparecer completamente de la superficie de los medios al entrar en el siglo xxi, no porque la enfermedad haya desaparecido –como la lepra en la Unión Europea– sino porque dejo de ser noticiable (Escudero Chauvel, 2005). La categoría de continuos news implica un tema de interés social recurrente, lo que los americanos llaman issues, como por ejemplo la guerra Palestino-Israelí, que siempre estará allí como telón de fondo de la crisis en el Medio Oriente, o actualmente el Sida que entró en el panteón de las grandes enfermedades del siglo xx. La gripe española, al que el Covid19 ha sido frecuentemente comparado por ser ambos virus respiratorios, deja de ser noticia con la aparición de la penicilina y de los antibióticos en general. La gripe española ha pasado a la categoría de Historia de la Medicina y como tal es llamada en causa en documentales específicos como efecto colateral de la guerra 14-18.
Por su parte el Covid19 saltó de scoop (descubrimiento) para rápidamente pasar a developing news, es decir aquellas noticias cuyo tópico principal se va enriqueciendo con nuevas informaciones, lo que transforma la orientación original de la noticia y la percepción del fenómeno. Es en este terreno de representación donde se inserta la interrogación sobre el contagio: siendo un virus difuso ¿por qué no podemos tocar a nuestros ancianos y niños? ¿Se puede hacer el amor con su pareja cuando no sabemos si es positiva? ¿Qué hacemos con la ropa cuando volvemos a casa del mercado? ¿Los alimentos pueden contagiarnos? ¿Por qué en Lombardía? Podría tratarse de un déficit importante de las campañas de comunicación institucional, pero me resulta claro que aquí la forma de transmisión no está circunscripta a un grupo de riesgo específico sino que se difunde como una mancha de aceite en todos los estratos sociales. Un virus globalmente amenazante. Las campañas y las informaciones se desarrollaron entonces en el eje de interiorizar las prácticas sociales del lavado exhaustivo de manos, uso de barbijos, limpieza con lavandina etc.
Cuando se venció el tabú de la declaración de ser portador del VIH-1 –lo que era implícitamente salir del closet y reconocer su homosexualidad– y aparecieron los primeros enfermos famosos, como Rock Hudson y Rudolf Nureyev, seguidos de intelectuales como Michel Foucault o escritores como Manuel Puig, la comunidad homosexual se abroqueló en su dignidad y contraatacó con un tam-tam que atravesó el planeta, creando organizaciones de lucha, defensa e investigación. El Sida se volvió así una causa política, marcando los hitos de la lucha por los derechos igualitarios que culminan con el cambio de legislaciones, homologando los matrimonios y la paternidad. Una transformación social y de costumbres siguió a la aparición del virus y sus muertos no fueron en vano. La comunidad homosexual se cuidó colectivamente a partir de un cambio de práctica individual. Nada de esto sucede con el Covid19, donde se parte de una injunción colectiva –“Quédese en su casa”– que vuelve pasivo al ciudadano: el repliegue sobre sí mismo es caución de salvación colectiva. No es casual el debate sobre los alcances y la legalidad de mantener a las personas en confinamiento indefinido.
La metáfora “estar en guerra”, causa colectiva por excelencia, fue casualmente usada en el “combate” contra el Sida y en la alocución presidencial del presidente francés Emmanuel Macron cuando declaró el confinamiento en el mes de marzo 2020, de un día para otro, justificando que se estaba “en guerra”. Otros países como España la habían usado (Peñamarin, 2020). En el caso del Sida tuvo una funcionalidad especifica como fue reforzar la dimensión pragmática que recorría los programas de talk-show y las variedades; los panelistas y los periodistas llamaban a la acción en la lucha contra el Sida, señalando la inacción de las autoridades. Recordemos que en el pico más alto de la epidemia tuvo lugar el escándalo de las trasmisiones sanguíneas infectadas con HIV en los hospitales públicos, causando la contaminación y muerte de más de mil casos, todas las clases etarias confundidas. La opinión publica estuvo en estado de moral panic y fueron procesados y condenados los responsables, entre ellos el ministro de Salud Laurent Fabius, quien renunció a su cargo. Con el caso del Covid19 la metáfora aparece en un marco institucional: emana de la más alta autoridad del Estado, asegurando que se darían todos los medios económicos para la prevención, la investigación y la cura. Si bien sociedad francesa tardó un tiempo en ajustarse, no salió de su casa y se respetaron las consignas, esperando el desconfinamiento. La metáfora de la guerra trae reminiscencias en el imaginario colectivo, cuando caían las bombas durante la WWII y había que refugiarse en búnkeres o subterráneos. Es la primera vez que cuatro generaciones comparten el tiempo y el espacio de esta pandemia y nos traen con sus recuerdos imágenes de otros confinamientos, de otras claustrofobias. Un virus que, como con las bobinas de las películas de celuloide o el comando a distancia, puede acelerar o retardar las imágenes, un mix de experiencias colectivas pasadas y compartidas, un imaginario también heroico.
El estudio pionero en televisión al que hice referencia tuvo como objetivo analizar cómo la enfermedad se instaló en el corazón del debate social y hasta qué punto los medios contribuyeron al diseño de las representaciones sociales. Tratando de ver el rol de los géneros televisivos, las relaciones entre géneros y formatos y las modalidades discursivas, nuestra hipótesis fue que los individuos no están solamente relacionados con una única lógica de información –en el sentido de atentos a las campañas de prevención– sino que los medios ayudan a la construcción del tejido de representaciones sociales, pero sobre todo a las segmentaciones e identidades de sus públicos y del contrato enunciativo que se establece (Escudero Chauvel, 2000).
Es imposible comparar desde el punto de vista de una lógica de los medios una epidemia que tuvo lugar históricamente en un período de producción de sentido como fue la postmodernidad, con una pandemia instalada en el corazón de la hipermediatización y la explosión de las redes sociales como canal hegemónico y popular del estado de la opinión. Para avanzar en nuestra comparación entre el HVI-Sida y el Covid19 es importante introducir dos elementos fundamentales en la producción informativa: los géneros y los formatos, pero, ¿son todavía operativas las clásicas categorías de género y formato?
Definir la noción de género –uno de esos conceptos migratorios entre la historia del arte y la literatura– ha sido uno de los grandes problemas tradicionales del análisis de la comunicación de masas, ya sea para refutarlo o proponer transformaciones (Verón, 1988, 1999; Steimberg, 1993). Esta importancia reside a mi modo de ver en el hecho de que los géneros y los formatos que se diseñan en su interior estructuran los hábitos de consumo, diseñan esquemas de percepción a partir de los cuales interpretar lo social, pero sobre todo son históricos, de allí el borramiento y contaminación actual de sus fronteras. Los géneros están en la base del contrato mediático, sea este ficcional o veredictivo, como por ejemplo el que se encuentra en la base del género informativo.
Si el Sida se transformó con el paso del tiempo de breaking news al género documental, el Covid19 ocupa centralmente la informacion de los noticieros o de cadenas de informacion como BFM, que llegó a transmitir en continuado al inicio de la pandemia, en un verdadero monopolio de la agenda televisiva –y un extraordinario esfuerzo de producción y cobertura– y los talk-shows. Aquí no hay hibridación genérica que es típica de la mediatización contemporánea. Mientras que el HIV atravesó todos los géneros, inclusive los programas de Variedades, el Covid19 es estrella de los programas de discusión donde se presentan siempre los expertos, algún miembro del gobierno o del staff sanitario, encuestadores y periodistas. Es curioso porque mientras el humor circula en las redes sociales, el Covid19 está responsablemente asentado en los géneros canónicos y a la inversa: el Sida no penetró jamás los formatos lúdicos y sobre todo nadie se reía. Volveremos sobre este tema cuando analicemos la enorme profusión de memes sobre este tema.
Cuando analizamos, en 1993, el corpus de 800 emisiones de los diferentes canales de la televisión abierta francesa, comprobamos que hubo una gran estabilidad durante toda la década de los Noventa, como por ejemplo la emisión faro del canal estatal FR3, La Marche du Siècle, conducida por el emblemático periodista Jean María Cavada, o emisiones de variedades como Ciel mon Mardi, animado por el periodista Christophe Dechavannes en el canal abierto privado TF1, emisiones de reportajes como Envoyé Special en el canal público France2 o de salud como Santé à la Une en TF1 que se mantienen aún hoy en la parrilla de programación. Se confirmó la hipótesis de Eliseo Verón para quien el Sida era la enfermedad mediática por excelencia (Verón, 1992).
Para encontrar diferencias interesantes en el tratamiento de ambos fenómenos mayores en la historia de la salud pública mundial, tenemos que introducir dos elementos: los formatos y las dimensiones discursivas.
El formato define el contexto de enunciación de una emisión, es el marco en el que se produce el contrato mediático, por ejemplo las modalidades de la puesta en escena, de la toma de la palabra, las rupturas de la temporalidad, los aspectos plásticos, son todos elementos que organizan lo televisivo, determinando la discursividad de los actores sociales (deSignis n°7/8, 2003). Cada formato comporta una estrategia hegemónica o determinante, una utilización particular de un cierto tipo de decorado (exterior/interior), de manipulación de la luz, del sonido, pero sobre todo un cierto tipo de circulación de la palabra. Si se había considerado que el formato talk-show había caído en desuso como productor de sentido de la actualidad (el ágora democrática) (Escudero Chauvel, 2000) , el COVID19 lo resucita y lo coloca como el formato faro de la pandemia.
Nunca se discutió tanto sobre salud en TV, nunca se le dio tanto espacio a la toma de la palabra en ensayos periodísticos y hasta en colecciones editoriales ad hoc. Importantísimos centros de docencia e investigación como Sciences Po y la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales organizaron debates en zoom, video conferencias, o carnets de notas y hasta colecciones on line al servicio de la expresión de la comunidad científica nacional e internacional. La dimensión cognitiva ha sido la dominante con el uso del discurso científico y la palabra del experto. Todo punto de vista ha sido bienvenido3. Al contrario, durante el tiempo que el HIV Sida ocupó los medios franceses, el formato dominante fue el montaje-documental intimista y testimonial: diálogos, relatos en off, confesiones, construcción de la intersubjetividad a flor de piel, coming out de jóvenes frente a sus padres, relatos de vidas truncadas “hasta que me contagié”, porque siempre hay un relato específico sobre la forma del contagio y el espectador imagina los contextos de vida, los escenarios de recorridos vitales. La dimensión patémica, de empatía e identificación, fue central.
Es cierto que con el Covid19 también hemos asistido a testimonios de sobrevivientes, pero como con los muertos en la televisión americana, una especie de tabú hace que no se vean los enfermos y menos aún los decesos que pasan a ser una serie de números en la back-off de la pantalla; aquí el héroe no es el enfermo, como en el caso del Sida, sino el personal de salud.
Una oposición productora de sentido como la de paciente/medico/sociedad se diseña tanto en el Sida como en el Covid19. En este último caso culmina con una acción colectiva –es decir, en términos peircianos se produce un hábito – como fue el aplauso global y planetario entre las 20-21 hs. en todos los balcones europeos como homenaje al personal de salud pública. Y había de qué: años de desfinanciamiento, de sueldos exiguos en relación con las responsabilidades asumidas, de falta de personal pero con una carga agobiante de burocracia administrativa, volvieron al hospital público francés un lugar inviable. De hecho, durante ocho meses este mismo personal aclamado hoy estuvo en huelga denunciando las condiciones de la salud pública en Francia, para enfilar las blusas y levantar la huelga –en un acto ético sin precedentes– apenas se declaró la emergencia sanitaria, poniéndose en primera fila en la lucha contra la pandemia, aun en condiciones de riesgo mayor, como lo testimonian las numerosas muertes del personal hospitalario. Paradoja macabra, porque si algo ha hecho el neoliberalismo planetario de estos treinta años es desarmar pacientemente pero sin pausa, implacablemente, el sistema de salud pública construido luego de la Segunda Guerra Mundial.
Pero la gran diferencia cualitativa entre las formas de comunicar el Sida y el Covid19 no reside tanto en el funcionamiento discursivo de los medios tradicionales que, como hemos visto, mantienen sus formatos y programas, es decir, no alteran la lógica del medio con la llegada del virus, sino que reside en la circulación de material audiovisual en las redes sociales: memes, videos a menudo caseros, informaciones de todo tipo en las redes, plataformas de expresión que no existían cuando el Sida tuvo lugar. Frente al virus biológico, el meme, mensaje virósico por excelencia, héroe de Wasup.
Si el Sida había generado una respuesta colectiva política de parte de los enfermos creando asociaciones, grupos de presión y activismo cultural, nada de eso sucede con el COVID-19, hijo de las sociedades del hiperconsumo y la hiper modernidad. Y de hecho no habrá una respuesta política sino individual pero de circulación masiva, basada en la poderosa defensa que suministra el humor. Porque durante el período de confinamiento recibo cada mañana (y espero) la serie de memes, minivídeos y testimonios graciosos que me envían mis amigos, con los que me río mientras tomo el desayuno, aislada en mi cocina mirando a mi vecino de enfrente que está haciendo exactamente lo mismo, como una forma de vacuna que me permite afrontar el día. El humor es el antídoto individual de circulación colectiva que nos queda, hasta ahora, frente a la impotencia de los poderes públicos.
Nadie se reía ni osaba reírse del Sida, pero todos nos reímos con el Covid-19. ¿Por qué? Porque la situación trágica de que se haya parado la economía del planeta y la casi totalidad de la población esté confinada en sus casas o con circulación restringida, se presta a la transformación humorística de la transgresión de la regla y de su puesta en discusión en sordina. Hay que llenar este tiempo suspendido en un mundo que nos había acostumbrado al valor de la circulación y la rapidez del intercambio, y que se encuentra de golpe, de un día para otro, en suspenso. Y el humor contribuye a construir pequeños mundos posibles, fácilmente circulables, fragmentos de circunstancias de vida.
Si la situación trágica puede discutir la regla pero no la elimina, la situación cómica se basa en la transgresión de las reglas de la interacción simbólica que se supone conoce el cuerpo social (Eco, 1983). Esto explicaría, según Umberto Eco, porqué el universo de los medios es simultáneamente un universo de control y de regulación del consenso y, al mismo tiempo, un universo fundado sobre el comercio y el consumo masivo de los esquemas cómicos (Eco, 1983). Una cultura global cuyo mecanismo de base sería el entertainment, el "amusement."/>
Los memes son artificios semióticos, son las monedas de sentido puestas en circulación para ser intercambiadas. La naturaleza misma de la memesidad es la proliferación y el repique. El meme funciona en el doble plano del contenido (trasmite un mensaje) y de la expresión (una imagen o un breve audiovisual). En cuanto a la forma del contenido está sometido a reglas de interacción simbólica que se violan o acatan según el contexto. En cuanto a la forma de la expresión es un formato breve con reglas de producción de base. Es por esta estructura interna que se presta al metalenguaje del humor por excelencia.
Pero el meme no sería tal sin la dimensión contextual: “en el 5to día de la cuarentena”. Al encuadrar un fragmento de la información del mundo real, lo transforma en artefacto discursivo y lo devuelve al receptor como instrucción de lectura que a su vez lo incita a renviarlo, ya sea por lo original, lo útil –¡tanta militancia memesica!– o simplemente lo cómico en una verdadera semiosis de renvíos.
Tabla N° 1
Plano del Contenido | Norma: “No matarás” |
Forma del Contenido | Mensaje: “No aguanto a mi mujer” |
Forma de la Expresión | Viñeta: “Gordo, alcanzame el secador de pelo!” |
Plano de la Expresión | Imagen: Marido que entrega un revólver |
Porque como bien lo había señalado Bergson, para suscitar el efecto cómico la conducta o la imagen recortada debe tener una amplitud social, existir una intención manifiesta, y existir reglas productivas (Traversa, 2014, citando a Bergson, 1900).
Recibí innumerables memes fijos, tipo viñetas, y memes en forma de videos como el célebre del perro que se asusta escuchando toser a su amo, el del italiano en slip de baño nadando sobre una patineta alrededor de la cocina o el del viajero nostálgico de los aeropuertos caminando con una valija en la cinta de ejercicios de su casa. He seleccionado algunos que permiten ilustrar los mecanismos de la producción del efecto cómico como la incongruencia, el desplazamiento, la parodia, etc. Pero, sobre todo, la amplitud del humor popular experimentado de la pandemia. Desde el punto vista de su producción encontramos memes de producción artesanal o caseros diferentes de los profesionales, y memes producidos como originales y por bricolage. En orden alfabético:
Memes de circulación básicamente italiana, responden al mecanismo clásico del desplazamiento, el texto ilustra la imagen y el efecto es el anacronismo y la distopía.
No podían estar ausentes la teoría del complot en sus diferentes variables y la representación de un mundo en una ucronía. El efecto cómico en el meme del Papa se produce por el implícito en relación con el origen del virus pero sobre todo a la forma lingüística que tienen los argentinos para imitar el “habla” china (parodia).
Esta categoría puede subdividirse en comida/bebida, estado físico/engordar, aburrimiento y rutinas. Muestran la banalidad de la vida cotidiana, las obsesiones más comunes (papel higiénico). Se les puede aplicar –siguiendo a Eco– las reglas del intercambio conversacional de Grice: el malentendido, la cantidad, la calidad, el modo y la intertextualidad
Fuente inagotable de memes, el efecto se da en el desplazamiento entre la esperanza de salir algún día y la realidad. El mundo posible del meme recrea un espacio fuera del tiempo del confinamiento
Implica el borramiento de fronteras entre un género y otro, generando un producto diferente pero que guarda elementos de los géneros puestos en contacto: por ejemplo el discurso político o el ecológico. El efecto cómico se da por la estabilidad de ambos mundos y el dislocamiento que produce el absurdo. En la Imagen 25 el preconstruido cultural es la palabra “gorila” aplicada en la Argentina a los antiperonistas.
Ha circulado una innumerable cantidad de memes y videos sobre la libertad de los animales durante el confinamiento, cuando el hombre se había retirado del territorio que el animal vivía como propio.
Otro caso de hibridación interesante son los memes referidos a los perros porque juegan con el discurso de la ley (solo se autoriza a salir a aquellas personas con perros) y al mismo tiempo con el punto de vista animal. Los memes reproducen también esta humanización del animal y su sociabilidad.
Mecanismo derivado, el humor negro implica una toma de distancia de aquello sobre lo que no se puede reír: la enfermedad, la muerte, la falta de libertad. En el caso del Covid19 es fuertemente contextual, porque la fuerza para infringir la norma social es directamente proporcional al peso de esta. El disaster humor implica un mundo posible circunscripto a una situación imposible de modificar sobre la que se monta la distancia que produce el chiste.
Más que una categoría, es un mecanismo del humor. Se apoya en un mundo posible muy estable y apela al imaginario colectivo que comparte el mismo saber. Fraticelli ve en la intertextualidad un rasgo característico del humor hipermoderno, en su parodia de géneros. Desde mi punto de vista se imita a un texto tomado como modelo (el film) que se refiere a un mundo fuera del meme y se lo declina adecuándolo al contexto de la pandemia. El efecto es la incongruencia entre la forma de la expresión y del contenido
Para el lector argentino, Mirtha Legrand, con la longevidad de su programa “Almorzando con Mirtha” (50 años en el aire) es la heroína absoluta de los memes dedicados a los medios. Mecanismo de intertextualidad y juegos de palabras (Confinopolitan), aquí se trata de la transgresión a la regla de modalidad: lo longevo, la transmutación de las palabras
Categoría de contenido, tiene sus estrellas en Trump y la Reina Elizabeth II declinada con todas las máscaras posibles e inclusive por el invicto de longevidad con Mirtha Legrand. El meme más emblemático es en el que exhorta a quedarse en sus castillos, paralelo del meme italiano del pobre sin domicilio fijo, obligado a dormir en la calle. Trump ha sido objeto desde su llegada a la presidencia de un sinnúmero de chistes de todos los calibres, referidos a la pandemia, porque es una condensación de su torpeza e ignorancia, es el dialogo con Angela Merkel, su interlocutor europeo obligada a escucharlo. En ambos casos el mecanismo es el mismo, la comicidad surge del desplazamiento de la situación. Dos memes para terminar este panorama, el de agradecimiento al presidente argentino Alberto Fernández y el de las declaraciones del portavoz sanitario de EE.UU.
Para concluir, el meme en situación de pandemia permea las redes sociales. Hemos visto ejemplos de Twiter, Facebook, Instagram o WhatsApp, y se vuelve universal en su vocación de una comicidad que interroga la norma social (quédese en su casa), desplazándola hacia situaciones paradojales o claramente imposibles y porque otorga visibilidad a los preconstruidos culturales más arraigados. Y este mecanismo de circulación de mensajes no existía durante la epidemia del Sida.
El mundo posible del meme choca con el mundo real de la pandemia y el virtual de la comunicación “sin contacto”, otra paradoja de este momento que pone a prueba tanto la teoría de la comunicación cuanto a la Semiótica.
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“Coronavirus : des « memes » pour en rire malgré le confinement” [https://bit.ly/3tO6AwJ]
“Coronavirus : top 40 des memes sur la quarantaine et le confinement” [https://bit.ly/3rOgUTH]
“Notre sélection des memes sur le coronavirus” [https://bit.ly/3tO6OUB]
“Notre sélections de memes sur le coronavirus (Volume 2)” [https://bit.ly/3tR1Cz6]
“The best coronavirus memes :) Memedroid” [https://bit.ly/2Ou0em0]
“Coronavirus : les meilleures mèmes des internautes sur le professeur Raoult” [https://bit.ly/2MYx2Dh]
“Les mèmes à l'ère du coronavirus”, Journal Métro [https://bit.ly/377cXl8]
Fecha de recepción: Agosto 12 de 2020
Fecha de aprobación: Septiembre 29 de 2020