The non-sense of COVID-19: the transformations of our interactions caused by the confinement and the social distancing due to the SARS-CoV-2 coronavirus
Ana Gabriela Quezada Dotor
UPV-EHU (España)
Desde la perspectiva enactiva de la cognición social y el sense-making participativo, en este artículo voy a defender que la cognición también puede surgir como una manera de hacer frente al sinsentido. Tal es el caso de las situaciones de confinamiento y aislamiento provocadas por la expansión del virus SARS-CoV-2, las cuales han irrumpido en la relación automática y no problemática que solíamos tener con el espacio doméstico y el espacio público, produciendo una atmósfera de sinsentido e impactando en nuestra cognición social. Mi interés es explorar algunas de las consecuencias que las experiencias sinsentido pueden tener en la producción de significados a partir de la interacción con y en los lugares, dentro de las prácticas culturales.
En esta línea, afirmo que la capacidad de generar nuevos sentidos a partir del sinsentido, y de la interacción con este, es esencial para nuestra adaptación en circunstancias críticas y podría impulsar el tránsito de una actividad no reflexiva a una actitud que nos permita replantear nuestras relaciones en y con los espacios públicos y domésticos, así como las dinámicas sociales que sostenemos.
From the enactive perspective of social cognition and participatory sense-making, in this article I am going to argue that cognition can also emerge as a way to deal with the nonsense. Such is the case of the situations of confinement and social distancing that were caused by the spread of the SARS-CoV-2 coronavirus, which has broken into the automatic and unproblematic relationship that we used to have with domestic space and public space, producing a nonsense situation and impacting on our social cognition. My interest is to explore some of the consequences that meaningless experiences can have in the production of meanings from the interaction with and in places, within cultural practices. In this way, I affirm that the ability to generate new senses from the nonsense, and the interaction with it, is essential for our adaptation in critical circumstances and could promote the transition from a non-reflective activity to an attitude that allows us to rethink our relationships in and with public and domestic spaces, as well as the social dynamics that we sustain.
Cognición social, Sense-making participativo, Sinsentido, Psicología ecológica, Lugares públicos y domésticos
Social cognition, Participatory sense-making, Non-sense, Ecological psychology, Public places and domestic places
En el siguiente artículo intentaré demostrar que las situaciones de sinsentido pueden contribuir a la creación de sentido, desde la perspectiva enactiva de la cognición social y en concreto desde la noción del participatory sense-making (De Jaegher & Di Paolo, 2007). Para realizar esta tarea retomaré como ejemplo el caso de las situaciones de confinamiento y aislamiento social provocadas por la expansión del virus SARS-CoV-2, las cuales han irrumpido en la relación automática y no problemática que solíamos tener con el espacio doméstico y el espacio público.
En este marco, de la mano de perspectivas como la psicología ecológica (Menatti & Heft, 2020), me interesa profundizar en las consecuencias que las experiencias sinsentido pueden tener en la producción de sentidos, es decir en la cognición social, a partir de la interacción con y en los lugares públicos y domésticos, dentro de las prácticas culturales. Algunas de las cuestiones que abordaré son: ¿puede contribuir el sinsentido a la creación de sentido?, ¿nuestra relación con y en los lugares inciden en nuestros procesos cognitivos?, ¿de qué forma las nociones de interacción y acoplamiento propuestas por el participatory sense-making se implican en la situación de confinamiento provocada por la expansión del virus SARS-CoV-2?, ¿dónde está el sinsentido en esta situación, de dónde viene y cuáles son o serán sus consecuencias?
En suma, espero mostrar que no sólo en los casos ready-to-hand sino también en los casos unready-to hand se puede construir sentido (Vizcaya, 2018) y que este fenómeno muestra el potencial de nuestra capacidad cognitiva para generar nuevos sentidos a partir del sinsentido y de la interacción con este. Además, me interesa subrayar lo esencial que resulta este fenómeno para nuestra adaptación en circunstancias críticas, lo cual podría impulsar el tránsito de una actividad no reflexiva a una actitud que nos permita tener conciencia y ser críticos con nuestras relaciones en y con los espacios públicos y domésticos, así como las dinámicas sociales que sostenemos en estos lugares.
Sin lugar a dudas, lo más valioso de la crisis que estamos atravesando serán los aprendizajes que se deriven de esta experiencia. Una forma de construirlos es aprehendiendo esta realidad con herramientas analíticas que nos permiten ordenarla y analizarla. Desde esta postura, la perspectiva enactiva de la cognición social y la psicología ecológica nos brindan herramientas analíticas útiles para analizar y afrontar el problema que supone la re-interpretación de nuestra relación con y en los espacios públicos, como el salón de clases, y privado, como el hogar. En medio y después de un confinamiento que en algunos países ha superado los dos meses de duración, y que en países como México parece no tener un fin cercano.
Antes de ahondar en la problemática que voy a analizar es importante aclarar la perspectiva de la cognición que posibilita este trabajo, a saber la perspectiva enactiva de la cognición social. Entonces, en este primer apartado voy a remarcar las diferencias que tiene esta frente al cognitivismo o computacionalismo, además de explicar cuáles son sus tesis principales.
El computacionalismo o cognitivismo es el enfoque dominante del que parten las ciencia cognitivas para definir la cognición. Según este, la cognición consiste en el proceso de información que obedece reglas lógicas. Así, darle sentido al mundo consiste en lograr la coherencia suficiente entre los modelos internos del agente y el mundo. Desde este lugar, la cognición se refiere al proceso de computar la información neutral de un mundo independiente que tiene que ser procesado y representado por el agente cognitivo para adquirir significado (Vizcaya, 2018). En este marco, las representaciones precisas de los aspectos relevantes del mundo son el síntoma de que el sistema funciona apropiadamente.
Por otro lado, el enactivismo, propuesto en 1991, nos ofrece una aproximación distinta a la cognición como alternativa al computacionalismo. Según esta perspectiva, el agente está situado en el mundo pero su sentido no le es dado de forma determinista, sino que se genera o se dota en la interacción entre las necesidades del agente y lo que el mundo ofrece. Es decir, el agente hace emerger continuamente un mundo de valores y significados al involucrase activamente en la exploración sensomotora de su ambiente (Vizcaya, 2018). Para esta postura, no hay algo tal como un “mundo externo” que el agente debe aprehender sino que el agente, al involucrase activamente en la exploración sensomotora de su ambiente, hace emerger un mundo de valores y significados. Por lo tanto, la cognición, desde la enacción, es un proceso activo y corporeizado de la creación de sentido (Vizcaya, 2018) y no un computo de información neutral de un mundo independiente que tiene que ser procesado y representado para adquirir significado. En otras palabras, es una búsqueda participativa de sentido. Es desde esta postura, y no desde el computacionalismo, que voy a partir para analizar la situación que nos atañe.
Para el computacionalismo, el sinsentido constituye un desajuste entre los modelos internos de procesamiento del agente y el mundo exterior. Este desajuste se puede arreglar y no pone en cuestión el proceso cognitivo. En contraposición, el sinsentido sí plantea un problema para la corriente enactiva. Pues, si aceptamos la premisa que sostiene esta segunda corriente, la cual afirma que la cognición es la creación de sentido o sense-making (De Jaegher & Di Paolo, 2007), el lugar del sinsentido es problemático. De hecho, en el libro de Cappuccio & Froese (2014) se platean dos cuestiones puntuales que el sinsentido suscita cuando se lleva al terreno de la perspectiva enactiva de la cognición.
Una de estas cuestiones es que de afirmarse que la experiencia del sinsentido resulta de una falla en la capacidad de creación de sentido, “entonces debemos asumir que hay otras formas de cognición que no son reducibles a la creación de sentido” (Cappuccio & Froese, 2014, p.22), esto va en contra de la propuesta enactivista. ¿Hay tipos de cognición distintos para cada situación? ¿podríamos hablar de un tipo de cognición contingente?. El segundo argumento problemático del sinsentido, en la perspectiva enactiva, es que si se acepta que la experiencia del sinsentido surge al darle sentido a un evento absurdo, entonces “perdemos la especificidad y la radicalidad” (Cappuccio & Froese, 2014, p.22) de la experiencia propiamente dicha del sinsentido. En síntesis, la cuestión es que si la cognición es la creación de sentido, ¿cómo podemos tener experiencias sinsentido?, ¿puede el sinsentido contribuir a la creación de sentido?.
Mi postura en este ensayo es que la creación de sentido, es decir la cognición, puede resultar también de una situación sinsentido, es decir de una situación que interrumpe el acoplamiento pre-reflexivo habitual entre las necesidades del agente con el mundo, lo cual le permite reflexionar sobre su relación con y en el mundo. Para sostener esto, voy a servirme de la dimensión fenomenológica que subyace a la teoría enactiva, explicando las dos formas de acceder al mundo que plantea Heidegger (1993), así como de la situación de confinamiento y aislamiento social provocada por el coronavirus SARS-CoV-2.
En esta sección del artículo voy a resumir un espectro de casos caracterizados por diferentes modos y grados de conexión, más o menos teórico o experienciales. Heidegger hace una distinción fenomenológica de la interacción con herramientas, distinguiendo los casos ready-to-hand de los casos present at hand (Wheeler, 2018). Llevando esto al terreno de la cognición, afirmaré que en los dos casos hay una creación de sentido.
La forma ready-to-hand se refiere a los casos en los que el objeto o útil se vuelve transparente al sujeto, no se trata de una relación teórica. Aquí el sujeto se relaciona con el mundo mediante la herramienta, la cual juega un rol en nuestra experiencia desde su utilidad, desde su “ser para” algo. Como ejemplo tenemos al carpintero que se absorbe en su actividad de tal manera que no tiene conciencia de sí mismo como sujeto en oposición al mundo de los objetos. Siguiendo a Heidegger (1993) en esta relación no hay sujetos y objetos; sólo existe la experiencia de la tarea, del martilleo. El carpintero no reconoce conscientemente cada una de las partes de la herramienta ni su función, no reflexiona sobre estas, sino que las herramientas en uso se vuelven fenomenológicamente transparentes. Esta es una forma básica de creación de sentido que sucede al relacionarnos con el mundo de forma no-teórica (Wheeler, 2018).
Existe una segunda forma, una forma teórica, denominada present-at-hand, esta sucede cuando algo, un útil o una herramienta no puede ser usada, cuando se produce una perturbación o situación unready-to-hand y esta aumenta hasta el punto de interrumpir la tarea, causando que la herramienta se convierta en el objeto de atención del agente. En el marco de esta situación sinsentido, que no es absurda, el “ser ahí” o Dasein (Heidegger, 1993) emerge como un solucionador de problemas, como un agente práctico cuyas acciones se integran al contexto y están dirigidas a restaurar la actividad (Wheeler, 2018).
Respecto a estas formas teóricas y no-teóricas de acceder al mundo, algunos autores como Cappuccio & Froese (2014) han sostenido que el sinsentido está en la base de las formas simbólicas y abstractas de la cognición, pues un agente cognitivo que se enfrenta ante una experiencia sinsentido interrumpe su acoplamiento pre-reflexivo y habitual con el mundo, lo cual le brinda la posibilidad de reflexionar sobre su relación intencional con él.
Desde esta perspectiva, en este trabajo sugiero que el sinsentido colabora en la creación de sentido, pues a partir de este el “ser ahí” se convierte en un sujeto que tiene por objeto explicar o predecir el comportamiento de las cosas, adquiere una actitud teórica en la relación sujeto- objeto. El sinsentido surge entonces cuando las referencias normalizadas se ven afectadas. Cuando se interrumpe abruptamente un proceso de producción de sentido normalizado o cuando el sentido producido en condiciones normales es sometido a cambios repentinos por fuerzas externas al agente, y la creación de sentido consiste en poner en marcha estrategias de recuperación marcadas por un conocimiento fluido y flexible.
Concretamente, propongo que el confinamiento y aislamiento social provocado por el coronavirus SARS- CoV-2 es una situación de sinsentido, en particular para nuestra interacción con y en los espacios públicos y domésticos, como el hogar y las aulas de clase, y por lo tanto una oportunidad para interrumpir nuestro acoplamiento pre-reflexivo y habitual con/en estos espacios. Pues, representa una interrupción del sentido creado o de las formas anteriores de interacción, situación que rompe la relación fenomenológicamente transparente que solíamos tener con estos espacios y nos exige adquirir una actitud teórica en nuestra relación sujeto-objeto, poniendo en marcha estrategias de recuperación de sentido a partir de nuevas formas de interacción.
Existe una propuesta concreta en la literatura sobre la cognición social que busca destacar el papel de la interacción en el proceso de sense-making, la propuesta de participatory sense-making (De Jaegher & Di Paolo, 2007). Desde esta perspectiva, los procesos de interacción son centrales para la cognición entendida como la creación de sentido y entendimiento social, además se entiende a la interacción como una entidad autónoma. Otro rasgo importante de este propuesta es que “la interacción no se reduce a las acciones individuales sino que se instala en el dominio relacional con sus propiedades únicas que constriñen y modulan el comportamiento individual” (De Jaegher & Di Paolo, 2007, p. 494). El carácter relacional de las interacciones es una de las principales aportaciones de esta propuesta, pues desenfoca los proceso individuales, sin negarlos, para defender que los que interactúan co-emergen como inter-actuantes en la interacción. Este es el marco que nos permite mirar la cognición social desde un enfoque relacional y que pone en el centro del cuadro las interacciones como parte fundamental del proceso de construcción de sentido.
Además de resaltar el carácter autónomo de la interacción, los autores mencionan que uno de los elementos que se identifica como clave en la interacción social es la coordinación, la cual permite el acoplamiento regulado activamente por los inter-actuantes involucrados. De esta forma, para que un encuentro pase a ser una interacción social se debe lograr la coordinación entre los inter-actuantes. La coordinación permite explicar la autonomía de la interacción como fenómeno emergente. En concreto, cuando De Jaegher & Di Paolo (2007) hablan de participatory sense-making, están hablando de la coordinación de actividades intencionales en interacción, en donde los procesos individuales son afectados y son generados nuevos dominios del sense-making social que no hubieran podido ser desarrollados por un individuo aislado.
Al respecto, atendiendo la situación actual el hecho del confinamiento y aislamiento social provocado por el coronavirus SARS-CoV-2 trajo complicaciones variadas que rompieron nuestra atmósfera coordinada de ready-to-hand y nos situaron en una de present-at-hand. Podemos dividir este fenómeno de ruptura en dos dimensiones una que tiene que ver con los agentes que interactúan entre pares y otra que se refiere a la forma en la que los agente interactúan en y con los lugares.
Primera dimensión. El aislamiento social rompió con la coordinación que solíamos tener en las interacciones físicas entre agentes. Desde el momento en que debimos dejar de saludarnos como solíamos hacerlo, detuvimos los acercamientos físicos, y no sólo eso sino que con el uso de las mascarillas, las gesticulaciones, que suelen ser un indicador que mejora la coordinación, fueron suprimidas de las interacciones. Por lo que hemos gestado nuevas formas para intentar recuperar el sentido, tales como saludarnos con el codo o enfatizar los gestos. Acentuar nuestra mirada cuando mantenemos conversaciones o interacciones con algún otro agente, así como aumentar el tono de nuestra voz. Todas estas modificaciones, si bien pueden dirigirse en un primer momento a lograr interacciones satisfactorias, también pueden representar obstáculos para que estas se logren.
Segunda dimensión. Los lugares en donde interactuamos también sufrieron modificaciones en dos sentidos: 1) las interacciones que solían suceder en lugares físicos, ahora se realizan en plataformas digitales y 2) los espacios que solían ser domésticos, de cuidado, para la recreación de los agentes, se tuvieron que adaptar para posibilitar aquellas actividades que solíamos realizar en espacios educativos-de enseñanza como la escuela o la biblioteca.
Propongo sumar al análisis de esta segunda dimensión la psicología ecológica desde donde Menatti & Casado da Rocha (2016) introducen el concepto de paisaje procesal como un marco explicativo que les permite destacar la relación entre el agente cultural, el agente biológico y el paisaje, así como la interacción y creación continua que emerge entre estos elementos. Afirman que los seres humanos son una parte activa del proceso de co-creación de paisajes, tanto desde un punto de vista cultural como ecológico. Su vida, cuerpo y percepción no pueden separarse del paisaje. Su salud mental y física depende de ello.
Esta propuesta encuentra sus bases en dos conceptos planteados inicialmente por Gibson (2014) y que han tenido interpretaciones contemporáneas, tal es el caso de la ecología de la percepción, que consiste en la relación entre las posibilidades del entorno y el perceptor, en una interconexión en la que la dicotomía filosófica entre sujeto y objeto se vuelve obsoleta, o bien transparente como lo enuncié líneas arriba, y affordances que hace referencia a estas posibilidades que el ambiente ofrece a los agentes. Es importante remarcar, como lo hacen Menatti & Casado da Rocha (2016), que estas posibilidades no son una propiedad, ni un concepto a priori, sino algo que emerge en la relación entre el ambiente y el agente que interactúa en-con él.
Entonces, podemos afirmar que estas dos propuestas —el participatory sense-making y el paisaje procesal— son herramientas útiles para comprender con mayor detalle la situación de sinsentido que estamos atravesando actualmente y que seguramente traerá modificaciones no sólo en las interacciones físicas entre agentes, sino en las que sostenemos con los lugares. Como lo menciona en una entrevista el arquitecto Alex Mitxelena (2020), la estructura de las casas que conocemos ahora es producto de una crisis sanitaria que enfrentamos anteriormente, la cual sentó las bases para convenir que las casas, para ser habitables, debían tener una cocina, un baño, un espacio de estar o salón y un número de dormitorios acorde con la cantidad de individuos alojados. Estas transformaciones que han sucedido en el tiempo, son el resultado y alimentan nuestras formas de interactuar. Con esto quiero decir que los espacios posibilitan o entorpecen las interacciones que mantenemos en ellos y con ellos, por lo tanto se vuelven parte importante del proceso de creación de sentido.
Es muy probable que en nuestros espacios-habitación ya tengamos un espacio adaptado para sanitizarnos al volver de la calle o que nuestra sala-comedor se haya transformado en el cuarto de estudio en el que debemos concentrarnos sin importar que alguien esté cocinando al mismo tiempo. Que hayamos remplazado la plaza pública por la ventana o por el balcón, en los casos más afortunados, o bien que hayamos comenzado una organización horaria para turnarnos el televisor o regular los periodos de conexión porque la banda ancha no es suficiente para mantener todas las conexiones. Según Alex Mitxelena (2020), tuvimos y tendremos que pensar en soluciones individuales y colectivas para preparar nuestras casas para pasar más tiempo en ellas, para realizar más tareas. Tendremos que organizar el espacio que tenemos de forma más flexible y adaptable a las diferentes necesidades. Por otro lado, el confinamiento nos está haciendo anhelar estar en el exterior y tener contacto con la naturaleza, con el sol, con el aire que golpea nuestra cara. Lo cual, dirige nuestra atención de nuevo otros aspectos que dábamos por sentados, como la necesidad de espacios verdes en las grandes ciudades o el cuidado del medio ambiente.
La pandemia actual por la COVID-19 no sólo va a afectar la estructura de nuestras casas y nuestras escuelas, que nos aguardan, sino que resulta un escenario idóneo para comenzar a reflexionar sobre las condiciones de hacinamiento en las que vivimos en las grandes ciudades y la precarización de la vivienda que impera en nuestra sociedad.
Hasta ahora contamos con varias herramientas teóricas que nos van a permitir analizar el hecho del confinamiento y aislamiento social provocado por el coronavirus SARS-CoV-2. Comencemos afirmando que este hecho produce una situación sinsentido porque rompe con la pre-coordinación de nuestra interacción con y en los lugares, es decir con los hábitos adquiridos culturalmente en un contexto determinado.
Por otro lado, si rescatamos las propuestas tanto del participatory sense-making como del paisaje procesal y las cruzamos entre ellas, es notable que las dos proponen explícita o implícitamente una mirada relacional de las habilidades sociales a partir de enfatizar los procesos de interacción. Las dos perspectivas retoman la interacción como un elemento fundamental. Además, en las dos posturas encontramos al sujeto como participante activo del sentido o de la cognición social, desde el participatory sense-making, y del proceso de co-creación de paisajes y affordances, desde el paisaje procesal.
En ninguno de los casos tenemos a un individuo creando sentido sin relacionarse o interactuar, ya sea con otros agentes o con los lugares-espacios. Sin embargo, si consideramos a los agentes cognitivos inmersos en un ambiente y con la capacidad de co-crear sentido en procesos relacionales de interacción, podemos observar cómo los patrones de coordinación que plantea el participatory sense-making influyen en la significación de la situación para el agente cognitivo individual. De esta manera, la modulación conjunta presente en la propuesta de participatory sense-making nos permite entender el efecto recursivo de la interacción entre unos y otros, y desde las affordances, entre los sujetos y los lugares. Por esta razón, afirmo que los lugares son una parte esencial de las interacciones pues dan herramientas a los agentes para interactuar, reglamentando estas de alguna manera y afectando la coordinación de las interacciones que se dan en ellos.
Por otro lado, los espacios educativos-de enseñanza y los domésticos-de cuidado se transformaron y con esto las interacciones que tenemos con las personas en cada uno de estos contextos y las posibilidades que los lugares nos solían ofrecer. El hogar se convirtió en oficina y en los salones de clases, la vivienda sumó al espacio doméstico, de cuidado y de recreación, un espacio de aprendizaje virtual y de trabajo. Ahí donde solíamos pasar una tarde disfrutando los alimentos, ahora debíamos tomar clase y concentrarnos. Las personas con las que solíamos desahogarnos al final del día se mantuvieron cerca de nosotros todo el tiempo y tuvimos que aprender a interactuar con ellas de otras formas. Buscamos y encontramos recursos para identificar las oportunidades que el lugar, la vivienda, nos brindó para regular nuestro acoplamiento con él y con las personas presentes ahí. Con la finalidad de darle continuidad a la perspectiva del mundo con su propia normatividad, que es la contraparte del agente como centro de actividad en el mundo (Vizcaya, 2018).
Vivimos entonces dos rupturas simultáneas 1) una ruptura de el acoplamiento con el medio, con los salones de clases y las viviendas, y 2) una ruptura de la pre-coordinación de nuestras interacciones sociales, con las personas que habitan nuestros hogares, los compañeros clase y los profesores con los que solíamos compartir un lugar distinto al ordenador, con las personas que encontramos por la calle cuando salimos a hacer compras, entre muchas otras interacciones. Aquí es donde encontramos el sinsentido y con esto nuevas interacciones con las que intentamos recuperar la coordinación y la significación de las interacciones para la producción de sentido.
Mi intención, al retomar estas propuestas teóricas para analizar nuestra realidad, es contribuir con su entendimiento y aprovechar la ocasión para poner en práctica los conocimientos que he adquirido y que pueden resultar útiles a la hora de pensar ¿qué hacer con esto ahora?. Como podemos observar, muchas de las formas en las que solíamos relacionarnos con otros individuos en diferentes espacios y con los lugares en sí mismos están siendo afectas por el código de distanciamiento social y confinamiento, medidas impuestas para el control de esta pandemia. Por lo tanto, es necesario reflexionar sobre las interacciones que están teniendo lugar y las formas con las que estamos intentando re-coordinar.
En concreto, como parte de las reflexiones finales de este trabajo me gustaría resaltar la importancia de las situaciones de sinsentido para el establecimiento de otras formas de interacción. Asumiendo que los agentes, ante una ruptura en la pre-coordinación, ponen en marcha estrategias de recuperación marcadas por un conocimiento fluido y flexible. Esto trae en consecuencia nuevas interacciones que surgen a partir de este proceso de re-estructuración de las formas de interacción, el cual tiene como raíz un episodio de sinsentido de esta magnitud tanto a nivel social como individual, en relación con los lugares y las personas.
Uno de los campos de oportunidad para la restructuración, como lo mencione líneas arriba, y desde donde se puede dar pie a otras formas de coordinación y co-relación con/en los espacios, es el de la arquitectura. Si consideramos que los agentes crean sentido desde un lugar en interacción con este y con otros agentes presentes, se abre la necesidad de discutir sobre la planeación y organización de los espacios de manera más flexible, adaptable y asequible. Este sería la parte del proceso de sinsentido en la que adquirimos una actitud teórica y reflexiva respecto a la situación de normalidad interrumpida y como lo señalan ya algunos arquitectos, puede ser unos de los aprendizajes que rescatemos de este proceso de sinsentido. “Cuando superemos este shock [que ahora podemos llamar situación sinsentido] podremos pensar en soluciones colectivas para crear espacios compartidos propios. Tendremos que organizar el espacio que tenemos de forma más flexible y adaptable a las diferentes necesidades” (Mitxelena, 2020).
En todo caso, la pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2 nos está sacudiendo y ha resultado una oportunidad, para nosotros los privilegiados, de repensar lo que dábamos por hecho y así advertir, en esta pausa que parece no tener fin, un campo de oportunidades para profundizar en lo más abstracto como las formas de cognición y al mismo tiempo en lo más práctico como lo es nuestra forma de habitar los lugares y las interacciones que tenemos en estos, así como la relación entre estos dos ámbitos.
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Fecha de recepción: Agosto 3 de 2020
Fecha de aprobación: Noviembre 20 de 2020