La Patagonia y el imaginario geográfico, ¿tan solo una cuestión de mapas?

Autores/as

  • Santiago Conrado Bondel

Resumen

“… si algún método mental puede servir de receta saludable será el más opuesto al utopismo (...)...el pensar utópico es abandonar la intuición de lo concreto” (Ortega y Gassett, 148).

 La cita de Ortega propone un complemento sencillo en lo que hace a esta entrega y es resaltar el énfasis metodológico de su pensamiento. Se trata de oponerse al utopismo operativo, al irrealizable de entrada, aquel que elude las responsabilidades de la acción. Digamos que lo saludable en la utopía está enlazado con los ideales, es decir hacia dónde se va y no en el cómo se logra.

 Con este comentario nos adentramos en La Patagonia, territorio cargado como pocos de reconocimientos externos, tanto en aspectos concretos como simbólicos. ¿Quién no habrá escuchado sobre la Patagonia mágica, deslumbrante o sobre las riquezas inconmensurables, los valles fértiles y vírgenes, el espíritu pionero o también, la Patagonia maldita, trágica, helada, la aridez extrema, el viento demoledor, la tierra estéril, el aislamiento desalentador, el poblador sufrido, la Patagonia postergada o inconclusa y tanto más. Es así que el ejercicio profesional de quien trata con el territorio, con el paisaje en su acepción más amplia, tropieza con una dificultad primaria, la de estar ante un espacio ya imaginado, visualizado como una realidad contundente y contradictoria. Esta condición, nos animamos a afirmar, sopesa de modo tal que quien avanza en un resultado que escape a ese dictamen preconcebido, intuye que sus resultados, por mejores que fueran, tendrán apenas una aceptación tenue.

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Publicado

2004-12-01

Número

Sección

Artículos